Vivir el presente

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

El hombre se empeña en conocer su pasado y se prepara con gran esmero para el futuro, pero se ha olvidado de vivir su presente. Hay profesiones, un sinnúmero de publicaciones y hasta programas de televisión -muy interesantes, por cierto- que tienen como objetivo el comprender mejor cómo se ha venido tejiendo la historia de … Leer más

El hombre se empeña en conocer su pasado y se prepara con gran esmero para el futuro, pero se ha olvidado de vivir su presente.

Hay profesiones, un sinnúmero de publicaciones y hasta programas de televisión -muy interesantes, por cierto- que tienen como objetivo el comprender mejor cómo se ha venido tejiendo la historia de la humanidad.

Es asombroso cómo, escudriñando en antiguos escritos, testimonios de historiadores e investigaciones provenientes de la arqueología, por ejemplo, los estudiosos de la historia le van poniendo piezas al complejo rompecabezas de la historia humana. Y todos los días nos sorprenden con sus hallazgos, algunos de los cuales llegan a realinear teorías o creencias que se tenían sobre determinado pueblo.

Por otro lado estamos los que vivimos preocupados por el mañana. Nos despierta por las madrugadas la preocupación de cómo afrontaremos tal o cuál problemática, gastos inesperados, un mejor nivel de vida para nuestras familias, cuánto dinero habremos de ahorrar para sobrevivir cuando seamos viejos y un tanto inútiles, planeamos las vacaciones del próximo año, conversamos con nuestros hijos sobre qué será de ellos cuando sean mayores, en qué universidad estudiarán y a qué les gustaría dedicarse y a veces hasta hacemos compras futuras en el supermercado aprovechando tal o cual oferta, al fin que “siempre se necesita”.

¿Y el presente? Pues termina siendo ese breve período de tiempo que se encuentra entre lo primero y lo segundo, entre el ayer y el mañana, que terminaron siendo los principales distractores. El gráfico que mejor ilustra esto es la caricatura de un hombre que va corriendo detrás de un montón de billetes para darse cuenta de que, al lograr atrapar la mayor parte de estos, se encuentra al borde de un acantilado y es ya anciano. Así es, se le terminó el camino, aunque tenga las manos llenas de dinero.

Y dígame usted si no le parecería injusto pasarse la vida engrosando el saldo de su cuenta bancaria para tener que terminar gastándoselo en medicinas y tratamientos para servir de paliativos a los achaques que le causaron todas aquellas preocupaciones para ganárselo.

Podemos empezar a disfrutar del presente hoy mismo. ¿Usted qué dice?




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