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juan carlos ramos leon

El genio de la lámpara

El genio de la lámpara

Juan Carlos Ramos León.

Toda súplica es válida y, seguramente, bien acogida por Dios. Él mismo nos dijo: “pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá” (Mt. 7,7).

Juan Ramos León
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10 de noviembre 2025

Muchos de los que creemos en Dios lo vemos como el genio de la lámpara que está ahí para concedernos, no tres deseos, sino todos los que le pidamos. Y nos enojamos con él si no nos concede alguno, además. Oramos a Dios pidiéndole que las cosas se den como por arte de magia: “Señor, que no pase esto”; “Señor, que cierre tal negocio, me den este o aquel trabajo o ¡que me gane la lotería!”; “Señor, que apruebe ese difícil examen”; y hasta las más nobles y dolorosas: “Señor, que no se muera”; “Señor, que no nos falte nunca el alimento”.

Está bien. Toda súplica es válida y, seguramente, bien acogida por Dios. Él mismo nos dijo: “pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá” (Mt. 7,7). Hacerlo es un claro gesto de humildad en reconocer nuestra condición de creaturas -limitadas y vulnerables- y su condición de Creador que todo lo puede. Y es la sincera expresión de un alma necesitada que implora la ayuda que necesita ante aquello que tanto la aflige. Pero hay que aprender un par de cosas para que nuestra oración sea más efectiva en la obtención del resultado que pretende.

Primero, ya lo dijimos, se requiere de la humildad de quien se reconoce pequeño y frágil ante un ser grande hacia quien todo se ordena. Y, se requiere también, del gesto de que nuestros labios se abran para pedir. Pero, segundo, y aquí es donde viene el cambio primordial: No pidamos a Dios que obre la magia, y que lo haga de forma inmediata, además, como si nos debiera algo. Hagamos lo siguiente: Una conversación de corazón a corazón con Él en donde le expongamos aquello que tanto deseamos y necesitamos, platiquémosle nuestras causas, los “porqués” de nuestras súplicas -como haríamos con un amigo confidente-, y hagámosle saber, también, que si aquello, en su infinita sabiduría y omnisciencia, no es lo que más nos conviene, nos conceda en ese corazón que ponemos frente a Él, aceptar con humildad un designio distinto. Se dice que Dios tiene tres formas de dar respuesta a nuestras plegarias: “sí”, “todavía no” y “tengo algo mejor para ti”.

Tercero: Lo que siempre debemos de pedir a Dios es su gracia para ser fuertes para enfrentar la realidad que vivimos, pacientes para esperar el mejor momento de hacer las cosas y no precipitarnos a cometer un error, y sabios e inteligentes para actuar con audacia. Eso sí puede obrar perfectamente en nosotros. Para los creyentes, se trata de los siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Así, no le pediremos a Dios que nos resuelva tal o cual cosa, o que simplemente “nos dé”, sino que nos prepare para luchar por aquello y conseguirlo con nuestras propias fuerzas, por nuestros propios medios, asistidos, por supuesto, con su Gracia.

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