

Juan Carlos Ramos León.
La oxitocina es conocida como la “hormona del abrazo”, mientras que el cortisol es conocido como “la hormona del estrés”.
Este comentario iba a recibir el título de “Oxitocina Vs Cortisol” pero estoy seguro de que el puro título habría reducido en, por lo menos, un 50% las probabilidades de que alguien lo leyera.
Pues bien, la oxitocina es conocida como la “hormona del abrazo”, mientras que el cortisol es conocido como “la hormona del estrés”.
Ambas substancias funcionan como fuerzas opuestas dentro del cuerpo: cuando una sube, la otra baja. Podría decirse que: Cortisol es sinónimo de “alarma”, mientras que oxitocina es sinónimo de “calma”. ¿Qué desencadena a una y qué a la otra? Peligro, presión, demanda física o emocional, inclusive, falta de control, detonan el cortisol: es necesario para la vida, es una medida de supervivencia, ya que activa el sistema nervioso ante situaciones de amenaza y ayuda al cuerpo a aprovechar grasas, proteínas y carbohidratos, además de niveles de glucosa adecuados, para asegurar al organismo la energía necesaria para enfrentar un peligro inminente: pone al cuerpo en “modo defensa”. Aquí, la oxitocina disminuye porque el cuerpo prioriza sobrevivir en lugar de vincularse.
La oxitocina pone al cuerpo en “modo conexión”. Inhibe la liberación del cortisol, especialmente cuando proviene del contacto afectivo, confianza o seguridad personal. Se le conoce coloquialmente como “la hormona del abrazo, del amor o de la confianza” y esto es porque aumenta en situaciones de contacto físico afectivo como abrazos, caricias, besos, sexo, lactancia y, en general, durante interacciones sociales positivas. ¡Qué impresionantemente está diseñado nuestro organismo para reaccionar, según sea el caso, ante diferentes -inclusive opuestos- estímulos!
¿Había escuchado usted de la teoría del “abrazo de los ocho segundos”? Si bien no se trata de ningún tipo de teoría científica, es una interpretación popular basada en estudios sobre el contacto físico prolongado -que produce una sensación de bienestar- y una regulación del estrés mediante presión profunda. Un abrazo “de corazón a corazón”, en el que ambas personas relajan sus cuerpos, sostienen una presión moderada y existe de alguna forma entre ellos un tipo de vínculo emocional, los involucra a ambos en un proceso fisiológico que combina cerebro, hormonas, nervios, corazón, respiración y emociones, pasando de ser un momento especial, a todo un encuentro biológico poderoso en el que se logra una terapia natural que todos necesitamos siempre. No es magia, pero sí se suscitan efectos psicológicos y fisiológicos reales.
Hay recomendaciones que sugieren que un abrazo auténticamente terapéutico puede llegar hasta los veinte segundos para conseguir un efecto más notable, pero esos “ocho segundos” se volvieron populares porque son alcanzables y suficientes para estimular la oxitocina sin incomodidad.
Pero, ¿le digo algo? Cuando uno se trenza en un abrazo sincero con alguien a quien el afecto u otro efecto lo atraen ¡ocho, veinte o seiscientos segundos le resultan poca cosa y se vuelven irremediablemente adictivos!
¿Cómo ve si nos vamos preparando para las posadas, y la fiesta de Navidad?