

Jairo Mendoza.
En el ámbito político, Morena se ha posicionado como la principal fuerza política del país, con amplia presencia territorial, control legislativo y un alto nivel de aceptación.
La conmemoración de los siete años del inicio de los gobiernos de Morena, encabezada este domingo por la presidenta Claudia Sheinbaum en el Zócalo de la CDMX, fue un ejercicio político para mostrar músculo que permitió dimensionar los cambios que ha vivido México, desde el 2018, para bien o para mal (según como le ha ido a cada uno en la feria). Más que una celebración partidista, el acto representó un momento de balance público para un proyecto que ha mantenido la conducción del país a lo largo de dos administraciones consecutivas.
Durante este periodo, la política social se ha consolidado como el sello de la casa. Programas de apoyos directos, becas y pensiones universales redefinieron la estrategia gubernamental bajo el argumento de combatir la desigualdad de forma inmediata y sin intermediarios. Estas acciones han tenido un alto impacto en amplios sectores de la población, particularmente en comunidades vulnerables. Al mismo tiempo, la continuidad de estas políticas bajo la administración de Sheinbaum apunta a la intención de fortalecer y ampliar su cobertura.
En el ámbito político, Morena se ha posicionado como la principal fuerza política del país, con amplia presencia territorial, control legislativo y un alto nivel de aceptación. Sin embargo, su principal obstáculo está en lo interno, en no caer en la arrogancia y el agandalle cupular, cuidando las formas, liderazgos y simpatizantes. El ejemplo fue la transición presidencial del 2024, en torno a sus “corcholatas”, donde el relevo se concretó sin sorpresas, ni rupturas internas, proyectando una imagen de continuidad. La ceremonia del aniversario buscó reflejar precisamente esa etapa, el tan llamado segundo piso de la cuarta transformación que busca sostener la agenda social y avanzar en temas estructurales como infraestructura, desarrollo energético y política ambiental.
No obstante, en los gobiernos morenistas (y de todos los colores) existen desafíos importantes. La seguridad pública sigue siendo un punto sensible para la percepción social del desempeño gubernamental. Si bien, a nivel general se reportan avances parciales (caso de Zacatecas), persiste la violencia en distintas regiones locales. En materia de salud, a pesar de los esfuerzos gubernamentales se requieren mayores niveles de eficiencia operativa para garantizar servicios consistentes y oportunos. Asimismo, la transición en materia de transparencia y corrupción permanece pendiente, como parte de una demanda constante de fortalecimiento institucional.
La fortaleza política de Morena implica una responsabilidad adicional en la conducción institucional del país, especialmente en el diálogo y el equilibrio entre poderes. En ese sentido, los siete años de Morena no representan una conclusión, sino una etapa de evaluación continua.
Existen logros, pero también retos que demandan resultados verificables y una mejora constante. La celebración fue, ante todo, un recordatorio de que el proyecto de la 4T continúa su marcha y que su consolidación dependerá de su capacidad para convertir el respaldo político en soluciones duraderas para todos los sectores del país.