
Jairo Mendoza.
Estas medidas tienen como objetivo proteger a sectores productivos estadounidenses, pero, generando repercusiones inmediatas en la economía mexicana.
En este 2025 y tras un reciente anuncio en semanas pasadas por parte de la Casa Blanca, la relación comercial entre México y Estados Unidos atraviesa un nuevo periodo de tensión. La administración de Donald Trump ha reactivado la política arancelaria hacia México, que se formalizará en este mes de agosto con gravámenes de hasta 30 % a diversas exportaciones y un arancel específico de 17 % para el tomate. Estas medidas tienen como objetivo proteger a sectores productivos estadounidenses, pero, generando repercusiones inmediatas en la economía mexicana.
En el corto plazo, los aranceles han incrementado la incertidumbre para inversionistas y empresas que operan en la frontera norte. Proyectos industriales en sectores como el automotriz y el maquilador han sido pospuestos o redimensionados; en parte, por la falta de claridad sobre la evolución de las relaciones comerciales.
De acuerdo con estimaciones de la OCDE, el PIB mexicano podría registrar una contracción cercana al -1.3 % este año, con una recuperación moderada en 2026. La dependencia de México al mercado estadounidense (que concentra más del 80 % de sus exportaciones) limita la capacidad de absorber el impacto mediante la diversificación inmediata de destinos.
En el sector agrícola, el caso del tomate llama mucho la atención; la medida afecta a un producto que genera miles de empleos y que depende en gran medida de las exportaciones hacia Estados Unidos. Buscar nuevos mercados en Asia o Europa es posible, pero supone retos logísticos, costos adicionales y procesos de adaptación a nuevas regulaciones.
Más allá de los datos económicos, estos aranceles evidencian la interdependencia estructural entre ambas economías. La integración bajo el T-MEC ha fortalecido cadenas productivas compartidas, pero también ha dejado expuestos a ciertos sectores ante cambios en la política comercial estadounidense.
Políticamente, la estrategia arancelaria revela que el comercio se ha convertido en una herramienta coercitiva en temas ajenos, como seguridad fronteriza y narcotráfico. Esto erosiona la predictibilidad del marco bilateral y genera amenazas en la cooperación estratégica en América del Norte.
En perspectiva, el reto para México será acelerar los esfuerzos de diversificación de mercados y fortalecer cadenas de valor que le permitan reducir riesgos. Al mismo tiempo, la negociación y el diálogo diplomático seguirán siendo herramientas clave para mitigar tensiones y preservar la estabilidad en una relación comercial que es estratégica para ambas naciones.