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Jaime Santoyo Castro

¿Quién pone orden en la casa?

¿Quién pone orden en la casa?

Jaime Santoyo Castro.

Siempre debe de existir una línea de mando que marque el rumbo, dicte los lineamientos a seguir con un enfoque equilibrado que combine reglas claras y comunicación efectiva.

Jaime Santoyo Castro
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23 de septiembre 2024

En cualquier grupo social, sea de índole familiar, social, estudiantil, sindical, político, deportivo, profesional, empresarial, etc.; siempre debe de existir una línea de mando que marque el rumbo, dicte los lineamientos a seguir con un enfoque equilibrado que combine reglas claras, consistencia y comunicación efectiva y ponga orden y disciplina cuando los actores se apartan de la conducta adecuada. De no existir quien lo haga, el caos se apoderará de la organización, con resultados desastrosos.

En mi familia, como en casi todos los hogares de la época, el orden estaba garantizado por el respeto que nos inspiraba la autoridad de nuestros padres y hermanos, basada en el ejemplo de trabajo y de valores morales con el que éramos formados. Eramos catorce hermanos, y desde luego que entre muchos momentos de agradable convivencia, no faltaban nunca los desacuerdos, discusiones, desaveniencias y hasta los pleitos, pero cuando esto sucedía, de inmediato intervenía la autoridad de la casa con el cinturón o con un palo de escoba, para poner en orden a los rijosos. Créanme que mis padres nunca se esperaron a que termináramos de pelear como medio para restablecer el orden; tampoco en esperar que peleáramos respetuosamente y menos aún esperar a que terminara la contienda, porque podría haber daños, además de que era un mal ejemplo para los demás.

No había aquello de echarle la culpa a los vecinos por los conflictos internos. Había un escalafón natural de autoridad en orden sucesivo que iniciaba en la figura de mi padre, secundada por mi madre y en ausencia de ellos mi abuela, pero si ninguno de ellos estaba, el papel de autoridad lo asumía el hermano o hermana mayor que estuviera presente. No había vacío de autoridad. Siempre había alguien a quien se le delegaba la responsabilidad de poner orden y aplicar justicia de manera pronta y expedita.

Una vez que se detenía el pleito, venían los alegatos, las acusaciones y las defensas, con expresiones como la de “¡¡éste fue el que empezó!!” o algo parecido, y en un procedimiento sumarísimo, quien estaba al frente resolvía e imponía la sanción procurando ser justos y todo tranquilo. No había impunidad. ¡¡El que la hacía la pagaba!!

Cuando estaban mis dos padres, mi mamá asumía el papel de ministerio público y le turnaba los asuntos a mi padre, a quien le exigía aplicara sanciones, pero en los casos en que a su juicio las sanciones no le parecían suficientemente severas, a manera de reproche acusaba a mi padre de ser un ¡¡¡“viejo pasalón”!!!

Así era y me parece que sigue siendo en el seno de las familias, aunque quizá con un nivel de disciplina y orden menor al de mis tiempos juveniles, pero de alguna manera se enseña, desde el seno del hogar, que dentro de casa o fuera de ésta, existe un orden normativo al que debemos apegarnos todos los miembros de la familia y/o de la sociedad y la seguridad de que quien se aparte de la línea de conducta que marcan las disposiciones normativas, se hará acreedor a una sanción en la medida de su falta o de su desapego con la ley.

Siguiendo el símil de lo que ocurre en el orden familiar, la sociedad ha establecido un orden gubernamental dotado de imperium para que establezca programas educativos, de salud, propicie empleos y desarrollo y prevenga para que no existan conductas contrarias al orden público y si las hubiera para que ponga orden pronto, sin que deje crecer los problemas y aplique la justicia en forma pronta y expedita, sin pretextos y sin echar culpas a terceros.

Quien esté al frente del gobierno, del nivel que sea, debe tener claro que le corresponde actuar como un buen padre de familia, y que en consecuencia debe cumplir con la responsabilidad de conducir el gobierno de manera eficiente, honesta, adecuada, oportuna, sin permitir que alguno de sus miembros se desvíe y se vaya por los caminos inadecuados, y para ello está investido de recursos, de autoridad, estructura, y del uso de la fuerza legítima, para garantizar el orden público y la seguridad ciudadana.

Tal es la responsabilidad de gobernar, y así debe asumirse; de manera directa, franca, orientada a caminar para adelante sin echar culpas para atrás, o para los lados, para que no sean acusados de “Pasalones”.

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