
Jaime Santoyo Castro.
Ciertamente ambas generan miedo, caos o confusión, pero debemos observar que existe una diferencia esencial radicada en que tienen finalidades distintas.
Con el pretexto de que los cárteles de la droga amenazan la seguridad del pueblo estadounidense y la estabilidad del orden internacional en el hemisferio occidental, el Presidente de los Estados Unidos Donald Trump ha declarado a los cárteles mexicanos del narcotráfico como organizaciones terroristas, (como si en Estados Unidos no hubiera cárteles); lo que a su parecer, de conformidad con la legislación interna de su país, le da derecho a utilizar todo el poder de las Operaciones Especiales de Estados Unidos para eliminarlos, declaración que, sin fundamento legal alguno, alienta la posibilidad unilateral de intervenir en territorio mexicano.
Esta declaración es a mi parecer, infundada e improcedente, toda vez que aunque tanto las organizaciones terroristas como las organizaciones criminales operan fuera de la ley y suelen utilizar métodos similares para financiarse y operar, no son lo mismo. Ciertamente ambas generan miedo, caos o confusión, pero debemos observar que existe una diferencia esencial radicada en que tienen finalidades distintas, pues unas; las terroristas, están motivadas por ideales, mientras que los cárteles se mueven por dinero; de manera tal que carece de razón el mandatario al calificar por el resultado, pues si ese fuera el caso, cuando él incitó al asalto al capitolio en 2021, su acción, eminentemente delictiva, provocó terror, confusión y miedo y con ese razonamiento bien podría haber sido calificado como terrorista, aunque no se libra del epíteto de criminal.
Las organizaciones terroristas operan en función de una causa, ya sea política, religiosa, nacionalista, o incluso cultural. Sus acciones están orientadas a generar miedo para presionar a los gobiernos, poblaciones, organizaciones o instituciones para que tomen decisiones favorables a su causa, y lograr así cambios en gobiernos, sistemas políticos, o en la sociedad.
Sus mecanismos de actuación se manifiestan a través de ataques violentos, que pueden ser bombardeos, secuestros, asesinatos, etc., orientados a causar impacto psicológico más allá de sus víctimas inmediatas. Es decir; transmiten un mensaje simbólico más allá del daño físico que causen y pueden dirigirse contra civiles, gobiernos, infraestructuras críticas o instituciones. Sus ataques son estratégicos y regularmente están planeados para generar una alta repercusión mediática, como lo fue el ataque aéreo del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas de Nueva York, que no sólo causaron miles de muertes, sino que también desestabilizaron psicológica y políticamente a los Estados Unidos.
En cuanto a su estructura organizativa, con frecuencia son más jerárquicos o ideológicamente motivados. Algunos grupos, como el de Al Qaeda, tiene una estructura centralizada donde una figura líder dirige las operaciones, y otras son células independientes, que operan autónomamente bajo una ideología común, pero con mayor independencia operativa y aunque su motivación no es económica, es evidente que necesitan recurso para operar, y se financian a través de donaciones ideológicas, patrocinio estatal, extorsión, o incluso actividades criminales, como el narcotráfico y contrabando, produciéndose en estos casos, una superposición de actividades y objetivos.
Las organizaciones criminales, en cambio, tienen un objetivo puramente económico, pues buscan maximizar sus ganancias mediante la realización de actividades ilícitas. No tienen un fin ideológico, político o religioso. Su prioridad es la continuidad de sus operaciones lucrativas y si en ocasiones adoptan tácticas intimidatorias, éstas se limitan a asegurar control territorial o eliminar la competencia.
Su modelo de organización está basado en estructuras empresariales ilícitas, más pragmáticas y menos ideológicas y todo gira en maximizar beneficios económicos. La mayoría tiene un líder o Consejo que ordena, guía y supervisa las operaciones y administra y paga a sus socios, colaboradores y prestadores de servicios.
Es claro entonces que aunque los grupos terroristas y las organizaciones criminales comparten algunas similitudes en sus métodos, sus fines y motivaciones los diferencian claramente. Los cárteles de la droga no están motivados por ideales políticos, religiosos o culturales, sino por móviles financieros. Esa es la diferencia que debemos hacerle ver al Presidente Trump para que no se equivoque en su estrategia y mejor busque una plena coordinación con el gobierno mexicano, pero el mundo también quiere ver que reconozca la actividad de los cárteles de su país, que reciben, compran, distribuyen y venden de aquel lado.