
Jaime Santoyo Castro.
Los representantes electos actúan más influenciados por intereses partidistas, grupos de presión, o incluso por sus propios intereses personales.
“No hay grandeza donde faltan la sencillez, la bondad y la verdad”.
Leon Tolstoi
La democracia como sistema de gobierno, es un mecanismo para garantizar la participación ciudadana y la protección de los derechos humanos, pero en el fondo tiene grandes fallas, porque si bien es cierto que propicia la participación popular, también es cierto que no garantiza la calidad y la eficiencia en los resultados, porque no asegura ni capacidad, ni experiencia, ni honestidad, ni que los electos respondan a los intereses colectivos; muchos son personajes populistas y mentirosos y se enriquecen a costa del erario público. Es decir; en la forma está bien, porque hay participación ciudadana, pero en el fondo hay un gran desacierto en la elección. Y si no me creen, los invito a reflexionar en cuántos Presidentes, Gobernadores, Senadores, Diputados o Presidentes Municipales son recordados por su eficiencia y calidad humana? Muy pocos, de verdad, y en cambio podemos señalar si. temor a equivocarnos a una gram cantidad que sólo han dado muestras de irresponsabilidad, corrupción, incapacidad, frivolidad y falta de compromiso social.
Los representantes electos actúan más influenciados por intereses partidistas, grupos de presión, o incluso por sus propios intereses personales, y se olvidan de las aspiraciones de sus representados. La democracia, entonces, cumple sólo a la mitad.
Además, el sistema electoral en muchas democracias favorece a los grandes partidos, dejando a las minorías y a los movimientos emergentes en una posición de desventaja, lo que conduce a perpetuar un ciclo de poder en el que las voces alternativas tienen pocas oportunidades de ser escuchadas. El peso del poder público se vuelve contra los representados.
La democracia es vulnerable ante el populismo, por eso los líderes populistas se dedican a explotar la insatisfacción de la población con el sistema político y prometen soluciones simples a problemas complejos utilizando una retórica orientada a dividir y polarizar a la sociedad, para erosionar la cohesión social y debilitar las instituciones democráticas.
La manipulación es exacerbada a través de la desinformación y las noticias falsas, especialmente en la era digital. Las redes sociales y otros medios digitales facilitan la difusión rápida de información falsa o engañosa, orientada a influir en la opinión pública y en los resultados electorales.
Esto plantea un desafío para la democracia, ya que la toma de decisiones informada es un pilar fundamental del sistema.
La corrupción es otra gran falla de la democracia, pues aunque teóricamente debería garantizar la transparencia y la rendición de cuentas, en la práctica, la corrupción sigue siendo un problema endémico en muchos países. Los políticos y funcionarios públicos con frecuencia utilizan su poder para enriquecerse a sí mismos o para favorecer a sus aliados en detrimento del interés público, obstaculizando la transparencia y la rendición de cuentas.
El abuso de poder no se limita a la corrupción financiera. También puede manifestarse en la erosión de las libertades civiles, y no puede resistir la tentación de manipular el sistema judicial, o hacer uso indebido de las fuerzas de seguridad. Cuando los líderes democráticos comienzan a socavar las instituciones que deberían controlar su poder, la democracia misma corre el riesgo de convertirse en una forma de gobierno autoritaria.
Cuando las instituciones democráticas están profundamente divididas, como ocurre en muchas democracias bipartidistas o cuando están pulverizadas en un exceso de partidos grandes y chiquitos o cuando los diferentes poderes del gobierno, como el ejecutivo y el legislativo, no pueden ponerse de acuerdo, provoca que se detengan las decisiones, obstaculizando la implementación de acciones cruciales.
Finalmente, una de las fallas más persistentes de la democracia es el acceso desigual al poder. Aunque la democracia promueve la igualdad política, en la práctica, el poder a menudo está concentrado en manos de aquellos con más recursos económicos, sociales o educativos, quienes pueden ejercer una influencia desproporcionada sobre el proceso democrático, y ello socava la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, convirtiéndose en una democracia sometida al servicio de intereses privados.