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Jaime Santoyo Castro

2 de octubre no se olvida… pero por otros motivos

2 de octubre no se olvida… pero por otros motivos

Jaime Santoyo Castro.

Recordar el 2 de octubre no es una consigna vacía, sino un acto de conciencia. Nos obliga a mantener viva la memoria de quienes fueron víctimas de la represión y del autoritarismo.

Jaime Santoyo Castro
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6 de octubre 2025

¡¡Claro que no se olvida, ni se olvidará nunca, y por eso no debemos mancharla!!

Ni los asesinatos, ni las detenciones, ni los golpes ni el abuso de autoridad de aquella noche en Tlatelolco se borrarán jamás de la memoria nacional. Ese episodio quedó marcado como una herida profunda en la historia de México, y representa lo que ocurre cuando desde el poder se menosprecia la dignidad humana y los derechos de la población, especialmente de la juventud, que solo exigía libertad, justicia y futuro.

Recordar el 2 de octubre no es una consigna vacía, sino un acto de conciencia. Nos obliga a mantener viva la memoria de quienes fueron víctimas de la represión y del autoritarismo, y a reafirmar la convicción de que nunca más debe usarse la fuerza del Estado para silenciar la voz del pueblo. La dignidad y la justicia son valores que no pueden olvidarse porque son la base de toda convivencia democrática.

Sin embargo, hay otro motivo por el que tampoco debemos olvidar.
No podemos dejar en el olvido el daño que cada año sufren personas inocentes, comercios, edificios públicos, monumentos históricos y trabajadores que ven afectado su patrimonio durante las conmemoraciones del 2 de octubre. Tampoco podemos ignorar a las mujeres y hombres policías que resultan insultados, golpeados y humillados simplemente por cumplir con su deber y representar a la autoridad. Ellos también son parte de la sociedad, tienen familias, sienten miedo y merecen respeto.

Esa otra cara de las manifestaciones, la que desvirtúa el sentido original de la memoria, se ha vuelto una lamentable constante. Lo que debería ser una jornada de reflexión y exigencia pacífica, termina convertida en un escenario de enfrentamiento, destrucción y rencor. Las pintas, los destrozos y la violencia no honran la memoria de los estudiantes de 1968; al contrario, la ensucian y la banalizan.

La barbarie la hemos visto repetirse año tras año en diversos eventos conmemorativos. En lugar de condenar la represión y exigir justicia desde la razón y la palabra, algunos grupos la conmemoran repitiendo la misma lógica de violencia que dicen repudiar. Y eso provoca que muchos ciudadanos se alejen, que cierren sus negocios, que teman salir, y que se siembre desconfianza y división.

¿De qué sirve recordar una tragedia si la convertimos en pretexto para agredirnos entre nosotros? ¿Qué sentido tiene cubrirse el rostro, destruir, insultar o atacar en nombre de una causa que nació para exigir justicia y respeto a los derechos humanos? ¿Qué clase de homenaje es ese para quienes perdieron la vida buscando libertad?

La memoria del 2 de octubre debería unirnos, no enfrentarnos. Recordar es un acto de amor y de compromiso, no de odio. Honrar la historia implica entender sus lecciones, no repetir sus errores. Y la lección más importante del 68 fue precisamente que la violencia, venga de donde venga, destruye, divide y deshumaniza.

Hoy más que nunca, México necesita memoria, pero también sensatez. Necesita jóvenes que cuestionen, que exijan y que participen, pero desde la inteligencia y la palabra, no desde la piedra y el fuego. Necesita autoridades que escuchen y dialoguen, no que repriman. Y necesita ciudadanos que entiendan que la paz no se construye con miedo, sino con respeto.

El 2 de octubre no se olvida, pero no por los cristales rotos ni por los monumentos pintarrajeados. No se olvida porque sigue siendo símbolo de lucha por la libertad y contra el abuso del poder. No se olvida porque nos recuerda que la dignidad no se defiende con violencia, sino con razón, con memoria y con humanidad.

Recordar, sí. Pero recordar para no repetir.

¡¡¡Para mirar hacia adelante con respeto, con justicia y con paz!!!

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