¿Qué hacemos con la asignatura de redacción?

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

En el sistema educativo de este país nos sobran asignaturas llamadas “Lectura y Redacción” o algo similar. La más de las veces, ellas parecen enfocarse más a la lectura obligatoria de algún texto clásico, a un repaso elemental de figuras retóricas o a revisión de semblanzas de escritoras y escritores anacrónicos. No más.

En el sistema educativo de este país nos sobran asignaturas llamadas “Lectura y Redacción” o algo similar. La más de las veces, ellas parecen enfocarse más a la lectura obligatoria de algún texto clásico, a un repaso elemental de figuras retóricas o a revisión de semblanzas de escritoras y escritores anacrónicos. No más.

¿Y la “composición”? Para muchos profesores de estas asignaturas derivadas del área Español, el término “composición” (referido a producción de textos) puede ser asumido más como un término propio del inglés. Dentro del aula, “Escribe una composición” es orden comprendida como redacción de un texto subjetivo y no como la redacción misma.

Se hace necesario que reconsideremos el concepto “Composición” como sinónimo de Competencia Escrita. No puede mejorarse lo que de entrada no se mantiene en foco de atención.

Escribir implica, en realidad, un saber de tipo procedimental, práctico. No debe comunicarse como saber conceptual: rasgo dominante en los enfoques didácticos más tradicionales.

Saber redactar consiste en saber elegir de entre las palabras que ofrece el idioma y entonces colocar una después de otra de acuerdo con un contexto determinado (destinatarios, tema, género, dosificación, focalización, timbre y tono requeridos).

El proceso podría resumirse en la expresión coloquial “tener buena puntería” a partir de un buen bagaje o “arsenal” de palabras. Esto sin olvidar que tener esa “buena puntería” en la redacción no es cuestión de suerte, inspiración o racha, sino de conocimiento y práctica permanente.

La selección del tema y las palabras, la explicitación del mensaje, la distribución de oraciones y párrafos y la concisión en la redacción implican una reflexión no sólo intensa sino también autocrítica. De ella depende la eficacia comunicativa en los textos.

Más que una asignatura de Lectura y Redacción en las escuelas, se precisa que los docentes emprendamos un cambio de enfoque de ésta a la enseñanza de la producción y corrección de textos escritos, donde la Planificación (saber pensar, elegir palabras, y considerar destinatarios y contexto) sea la primera fase, el ideal punto de partida. Después debe buscarse la generación de borradores o Textualización y el establecimiento de dinámicas de corrección o Revisión.

Debería buscarse en los futuros profesores a los artesanos de las oraciones y párrafos, de la selección de las palabras, antes de que ellos decidan si se convertirán o no en artistas de los textos.

 

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