
Juan Carlos Ramos León.
Amigo, si usted no se identifica con algún credo religioso o ideal social ¡no es que sea usted malo! Pero, por favor ¡quédese callado!
La pura pertenencia a una religión, asociación filantrópica o programa altruista no lo hace a uno bueno. Es más, a veces ni la práctica de los ritos religiosos, el desembolso de un donativo o la participación en alguna actividad de acción social; obra bien quien muestra congruencia con determinados principios -encaminados al bien, claro está- entre su pensamiento, su prédica y su conducta.
Criticar al católico y a la Iglesia católica por esa falta de congruencia que existe en algunos de nosotros es ya un deporte que muchos practican, la mayoría por hacerse pasar por sabios o más listos -cosa que evidencia aún más su ignorancia y testarudez-, otros ya ni saben por qué, pero ahí están. Y todos los que nos tiran cada día y en cada momento a los católicos, a los protestantes, a los musulmanes o a los judíos, a los budistas o sintoístas, a los promotores del bien, de las causas justas, a los que, sin hacer tanto ruido, andan dejando todo atrás -me refiero a veces a sus propias comodidades y hasta proyectos personales- para realizar alguna brigada de ayuda a los más pobres o desprotegidos, víctimas de un desastre natural o de la necedad del hombre por una guerra o dictadura infame, ¿a qué se dedican? ¿De qué se jactan? ¿Qué bien le han aportado a su comunidad, al mundo? ¡NOS ROBAN EL AIRE!
Amigo, si usted no se identifica con algún credo religioso o ideal social ¡no es que sea usted malo! Pero, por favor ¡quédese callado! Al mundo le sobran “filósofos estériles” o “asesores sociales”, lo que le falta son manos para empujar las causas justas. Y si es usted practicante de una de esas causas o religiones, ¡muestra congruencia, por favor! Que “la palabra convence, pero el testimonio arrastra”.
Es bien fácil “arrojar la primera piedra”. Cuando una figura pública se equivoca ahí vamos toda la bola de santos y perfectos a emitir el más severo juicio en su contra, exigiendo la condena social. Y luego volvemos a nuestro metro cuadrado de hipocresía y doble moral en la que una regla es la que nos aplica a nosotros y otra, completamente distinta, a los demás.
Me perdonará usted, pero no hay actitud que pueda repugnarme más que la del fariseo que avienta la piedra ocultando su rostro cobarde y falso de entre una multitud que está igual o peor que él. Y en las redes sociales ¡pululan! El anonimato e impersonalidad que se puede lograr ahí ha hecho que proliferen la charlatanería y el mal gusto, yo creo que por eso la inteligencia artificial está tomando ventaja, porque al hombre ya no se le da el pensar, solo el ponerse a opinar tarugadas.
Así que, nuevamente, si usted no construye, amigo, hágase a un lado y quédese calladito que así se ve más bonito. Porque el que no ayuda, estorba.