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juan carlos ramos leon

¿Hola, cómo estás?

¿Hola, cómo estás?

Juan Carlos Ramos León.

Cada cabeza es un mundo. Cada uno lucha contra sus propios demonios y a veces gana, pero otras pierde.

Juan Ramos León
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25 de agosto 2025

Escuché por ahí que, en Zacatecas, se han incrementado considerablemente los casos de suicidio y también que el mayor número de denuncias que se reciben en la Fiscalía son por casos de violencia intrafamiliar.

Buen tema de reflexión.

Partamos de dos preguntas. La primera: ¿qué puede ser tan grave y doloroso que no se le vea otro remedio que acabar con la propia vida? La segunda: ¿qué puede ser tan grave y doloroso que orille a un ser humano a perder los estribos y lastimar a quienes alguna vez amó, o ama todavía?

Cada cabeza es un mundo. Cada uno lucha contra sus propios demonios y a veces gana, pero otras pierde. El caso es que cada día ofrece consigo una nueva batalla y ¡hay que ir tras la victoria! El enemigo a vencer es el propio egoísmo, aunque la baja autoestima también. Parece contradictorio, pero no lo es.

El amor verdadero, el amor real, es decir, el de donación, el de ver por el bien del otro a veces antes que, o inclusive a pesar del propio, se encuentra en el medio de la línea en la que la baja autoestima y el egoísmo -es decir, el inmoderado y excesivo amor a uno mismo- forman los polos. Pero, cosa curiosa, este punto medio hace como un camino en una dimensión diferente, hacia la felicidad y la plenitud de la persona que la practica. Por amor fuimos creados y es sólo en el amor en el que encontramos la realización plena de todas nuestras aspiraciones.

Como lo señalé anteriormente, cada uno libra a diario una batalla en contra de sus propios demonios, en contra de sí mismo, de su ego (debilitado o inflado). Pero no puede solo. Y creo que esas pobres personas que acaban por terminar con su vida o deteriorando las de sus seres queridos, necesitaron -o necesitan- de algún tipo de acompañamiento: espiritual, psicológico o, sencillamente, afectivo. Alguien que les dijera: “tú vales mucho, cuentas conmigo”. Pero nunca lo encontraron.

Y cada vez que yo me entero de un caso así volteo los ojos al cielo y digo “Dios mío, ¿en dónde estaba yo cuando eso sucedió?” Fíjese bien, no le pregunto a Dios “¿en dónde estabas Tú?”. Le pregunto “¿en dónde estaba yo?” No es soberbio, créame, es que no puedo dejar de sentirme un poco responsable, un poco pecador de omisión. ¿Cuál es el valor de una vida? El médico lo sabe; el bombero lo sabe; el padre de familia de un hijo enfermo lo sabe. Y se están perdiendo o destruyendo muchas en el silencio, en el anonimato, mientras el reloj hace ‘tic-tac’ al dejar cada segundo atrás.

¿Sabe qué le recomiendo que haga hoy? Vaya al lado de alguna persona, conocida o desconocida, y pregúntele sonriendo “¿cómo estás?” ¿Quién sabe? ¡Podría estar salvando una vida! ¡O una familia! A veces es más de lo que se necesita.

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