
Juan Carlos Ramos León.
Lo que ha lastimado tanto a nuestro México es que el gobierno está lleno de funcionarios carentes de una formación moral básica.
Muchas veces se ha comentado el asunto de que un policía o militar mal pagado es potencial contratación del crimen organizado. Y es que se ha salido de las manos que ya los presupuestos de los diferentes cuerpos policiacos han quedado muy por debajo de las posibilidades de los que manejan el narcotráfico y otros grupos criminales. No hay entonces otro modo de disuasión para quien trabaja del lado de la ley que la certeza de que lo mejor es hacer lo que está bien. Termina por ser una decisión moral, a final de cuentas.
Llevando esta forma de pensamiento a niveles diferentes, tuve una conversación con un grupo de amigos que trabajan para el poder judicial. Y ellos me hacían ver lo demandantes que son sus trabajos y el nivel de especialización y de preparación constante que requieren. “Leemos mucho” me decían y, pues, tienen razón. Sus decisiones y todo su trabajo se basa en leer: una ley y otra, el planteamiento de una parte y de la otra; el caso es que no terminan de leer un centenar de hojas cuando ya hay un par de millares más apilados sobre su escritorio esperándolos.
Y con toda esta agitación derivada del obscuro deseo del ejecutivo y del partido en el poder de darle una estocada de muerte se llegó a la conclusión de que, si llega a salvarse de la reforma constitucional, la persecución en su contra no cesará y los beneficios y remuneraciones para sus miembros será contra lo primero que se atente.
Reflexionaba con ellos que a mí no me resulta escandaloso el que un juez goce de los beneficios laborales que goza; les hice saber que me escandalizaba más que un burócrata del más bajo nivel ganara apenas ese poco que gana pero por no hacer nada más allá que aprovecharse de su puesto para extorsionar a quienes está para servir. Se dice que el primer acto de corrupción que comete un servidor público es el de aceptar un cargo para el que no está preparado. Y aquí yo diría que no es solo técnica sino también moralmente.
Lo que ha lastimado tanto a nuestro México es que el gobierno está lleno de funcionarios carentes de una formación moral básica. Tanto así que no es que nuestro sistema de gobierno esté corrompido sino que la corrupción se ha convertido en nuestro sistema mismo. Y, usted lo sabe, no es posible conseguir un permiso o realizar una gestión, o venderle a un gobierno si no hay una jugosa recompensa de por medio.
Los procesos de selección de los servidores públicos deberían de ser más exigentes y sus condiciones laborales idóneas, ¿por qué no? Si en el sector privado una persona preparada y honesta puede percibir atractivos ingresos ¿por qué no así en el sector público? Pero entonces el castigo a la deshonestidad también debería de ser ejemplar. Lo pongo sobre la mesa.