
Juan Carlos Ramos León.
La verdad es una carga muy pesada, una especie de fuego ardiente que quema en las manos. Puede liberar a unos y encadenar a otros.
Hay una película de 1992 titulada “Cuestión de Honor” (“A Few Good Men” su título original en inglés) protagonizada por dos gigantes de la actuación: Jack Nicholson y Tom Cruise. En particular, hay una escena que me pone la piel chinita cada vez que la veo y que se ha vuelto una de mis favoritas; es en la que Cruise, desempeñando el papel de abogado defensor de dos marines acusados ante una corte marcial de asesinar a uno de sus compañeros, increpa fuertemente a Nicholson (Coronel Jessep) con las palabras “quiero la verdad” a lo que el encendido actor responde con un “no puedes con la verdad”.
Anoche veía una serie llamada “Accidente” en la que la omisión y negligencia de un prominente abogado provocan un singular tipo de accidente en el que perecen tres niños -uno de ellos el suyo- y quien termina pagando los platos rotos es un inocente trabajador de la familia. Un abogado que, como se dijo en el citado filme “Cuestión de Honor”, no puede con la verdad.
Sólo él y su empleado saben que fue el propio abogado quien asumió una responsabilidad cuya omisión resultó ser la causa del fatal accidente. Y al abogado le pasa de todo por la cabeza: de inicio, asumir la culpa que le correspondía, aunque, aconsejado por uno de sus socios, con quienes, al mismo tiempo que su hijo perecía en aquel accidente les era adjudicado un contrato por cincuenta millones de dólares, opta por ofrecer al trabajador un trato para declararse culpable y dejarle a salvo a él.
Durante la muy interesante trama, el abogado va con un sacerdote quien le aconseja: “la verdad te hará libre”. Y para qué le cuento a usted el infierno que se desata en la conciencia de este hombre al, precisamente, no poder con esa verdad: por un lado sabe que es lo correcto contarla toda, a costa de sus consecuencias pero, por el otro, sabe que terminarán hundiéndose de por vida él y su lastimada familia. ¿Usted qué haría?
La verdad es una carga muy pesada, una especie de fuego ardiente que quema en las manos. Puede liberar a unos y encadenar a otros -a uno mismo- pero, así como el agua busca su cauce provocando con ello destrucción en muchos de los casos, la verdad busca la luz y tarde o temprano da con ella.
En uno de los episodios de la serie “Chernobyl” que presenta magistralmente los detalles de lo sucedido en aquel desastre nuclear de 1986 en el norte de Ucrania, un investigador soviético designado para determinar lo sucedido, realiza el siguiente comentario: “cada mentira que contamos es una deuda con la verdad y tarde o temprano hay que pagarla”.
Así que la verdad libera, pero también condena. Es un juez estricto pero justo a cuyo escrutinio vale la pena someterse siempre para vivir en paz.