
Juan Carlos Ramos León.
Sólo dos tipos de personas contarían a los demás sus planes antes de echarlos a andar: los presumidos y los tontos.
Después de una necesarísima pausa -apenas al principio de las reflexiones de este “Decálogo de Stallone”- aquí regreso con la segunda de las diez máximas: “No cuentes tus planes a los demás, espera a que los resultados hablen por sí mismos.”
Sólo dos tipos de personas contarían a los demás sus planes antes de echarlos a andar: los presumidos y los tontos.
Los tontos, para pretender ante los demás no serlo. Sí, son capaces de ponerse a improvisar en conversaciones casuales con los demás todo tipo de planes: de negocios, deportes, estudios o preparación profesional; no se diga, política, religión o vida. Lo peor es que, entre la charlatanería y el buscar encajar en alguna conversación, se les filtran planes reales que luego -en la mayoría de los casos- no llegan a realizarse. Es imposible juzgarlos: es más bien fácil llegar a identificarse con ellos -en poco o en mucho- ya que la mayoría de las veces se ponen ahí, como meros temas de conversación aunque, insisto, de pronto se filtra una que otra buena idea que es mejor meter en la caja fuerte del intelecto.
Los presumidos, por otro lado, son aquellos que van en serio con lo que traen, pero a quienes su ego les vuelve imposible el no andar divulgando sus planes. Mis respetos, la mayoría de ellos son gente verdaderamente brillante, con posibilidades reales de volver todos sus sueños realidad, pero que no saben poner freno a sus ímpetus de ir a contarlos a gritos a todos con tal de llamar la atención.
¡Es tan bonito cuando se alcanza algún logro! La satisfacción que uno mismo siente por haber cruzado las metas de sus propios proyectos es una sensación indescriptible. Y, de veras, créamelo, cuando no se espera el reconocimiento de los otros más allá del de uno mismo, y éste llega, ¡bueno! Pero cuando uno anda por ahí ‘regando el tepache’ de sus propios planes poniéndolos en riesgo de nunca llegar a realizarse…
Esta máxima de no contar los planes a los demás se encuentra estrechamente vinculada a la primera que le compartí a usted hace un par de semanas: “Cuando vayas ganando mantén la boca cerrada” es que no hay premio que no llegue para el discreto, moderado y prudente, mieles que pocas veces prueban el presumido, el hablador y el fantoche.
Dicen que “del plato a la boca se cae la sopa”. Así que no hay actitud más apropiada y sensata para alguien que, como suscribe la máxima, esperar a que “los resultados hablen por sí mismos”. Esos sí cuentan, los planes son apenas sueños que comienzan a tomar forma.
En sí, el presumido es apenas otro tipo de tonto. Un poco más aterrizado, pero tonto al fin. Y de los dos tontos no se hace un sensato. En la vida no hay como dejar que los resultados hablen por sí mismos.