

Jaime Santoyo Castro.
Los acontecimientos revelan síntomas preocupantes de una sociedad que parece haber perdido parte de su rumbo moral y del respeto por la vida, la dignidad y la convivencia civilizada.
El pacto social define las reglas de convivencia entre los diferentes actores de la Sociedad, que por las circunstancias cambiantes de la vida cotidiana es necesario revisar constantemente.
Los recientes acontecimientos que han sacudido al país, como lo son el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, y la agresión física contra la Presidenta Claudia Sheinbaum, son, cada uno en su dimensión, hechos profundamente graves que no deben pasar inadvertidos ni reducirse a la coyuntura política.
Ambos revelan síntomas preocupantes de una sociedad que parece haber perdido parte de su rumbo moral y del respeto por la vida, la dignidad y la convivencia civilizada.
El asesinato del Presidente Municipal de Uruapan, cometido por un joven de apenas diecisiete años, no sólo hirió a su familia ni al pueblo de Michoacán: hirió al alma del país entero, porque Pareciera dejar el mensaje de una juventud confundida, que lejos de luchar por un futuro propio y por el bienestar de los suyos, opta por la violencia y el desprecio a la vida. Es un signo alarmante de vacío espiritual, de carencia de valores y de un entorno que, en lugar de inspirar esperanza, alimenta el desencanto. En una nación como la nuestra, que se precia de tener una historia de lucha y de esfuerzo, no podemos permitir que el desencanto se normalice, ni que el nihilismo sustituya a la aspiración. La juventud es, sin duda, el recurso más valioso de México, y necesita ser educada en la fe en sí misma, en la disciplina del trabajo y en la convicción de que el futuro se construye con valentía y con principios.
Por otro lado, la ofensa cometida contra la Presidenta de la República no puede verse como un simple incidente ni como una anécdota más de la vida pública. Se trata de una agresión a la dignidad no sólo de una persona, sino de todas las mujeres de México y del mundo que, aún en pleno siglo XXI, continúan enfrentando el acoso, la falta de respeto y la descalificación. Las mujeres sostienen los cimientos del país con su inteligencia, su esfuerzo y su capacidad creadora, y merecen no sólo protección institucional, sino respeto y reconocimiento social. El agravio hacia la Presidenta Sheinbaum representa, simbólicamente, un agravio hacia todas las mexicanas, y por tanto exige un firme rechazo de la sociedad entera.
Más allá de culpar a las autoridades o exigir castigos ejemplares, es momento de mirarnos como sociedad y preguntarnos qué estamos haciendo desde los hogares, desde las escuelas y desde los espacios públicos para formar seres humanos íntegros. La familia sigue siendo el núcleo donde se siembran los valores del respeto, la empatía, la responsabilidad y la paz. Si en casa no se enseña a valorar la vida ni a respetar la diferencia, ninguna política pública podrá suplir esa carencia.
Urge, pues, renovar el pacto social: recuperar la confianza en nosotros mismos, en la autoridad legítima y en la convivencia respetuosa. No se trata de un pacto escrito, sino de un compromiso moral que nos devuelva la capacidad de indignarnos ante la injusticia, de solidarizarnos con el dolor ajeno y de educar para la paz. Solo así podremos rescatar el tejido social que hoy muestra fisuras profundas y construir el país que merecemos.