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antonio sanchez gonzalez

Trump, Musk y México

Trump, Musk y México

Antonio Sánchez González.

Musk encarna como nadie las seis características principales de la actual revolución industrial, una revolución como ninguna otra porque delinea al futuro de la humanidad.

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29 de noviembre 2024

Trump es un conservador, sí, pero también es un liberal. La oposición mexicana, en particular la derecha haría bien en pensarlo. ¿Qué podría seducir al pueblo estadounidense de manera positiva y no solo negativa en el discurso de Trump, más allá de la aversión de los americanos a la inflación y del rechazo al wokismo del que han hablado todos los observadores? En un intento por entender las razones de su éxito electoral y personal, la mayoría de los politólogos se han contentado con destacar el peso de la inflación en el rechazo al gobierno del Partido Demócrata, antes de señalar el exasperante wokismo que contenía el discurso de Kamala Harris: es verdad, la inflación del 6% jugó su papel en el fracaso de los demócratas y, también es cierto, el wokismo se ha vuelto insoportable para una mayoría de estadounidenses que ya no soportan la “cultura de la cancelación“, fenómeno que empieza a ocurrir en México.

Pero más allá de estos hechos tan evidentes que recalcan los sociólogos, lo que debería interpelarnos aún más es el hecho de que en Estados Unidos el pueblo votó masivamente por un hombre en todos los aspectos opuesto a él, por un junior, un heredero, capitalista grosero, un multimillonario cuyo principal apoyo provino de otro multimillonario, Elon Musk, el paladín del mundo más moderno y menos tradicionalista, de la tecnología y de la globalización. Trump ha demostrado que se puede hablar con el pueblo sin estar cerca del él y, en contraste, que se puede venir del pueblo y apreciar a los que han tenido éxito. Lejos de presentarse ante los votantes como una víctima eterna como lo hacen los demócratas y otros políticos de izquierdas del mundo, o incluso con una camiseta sin mangas andrajosa y de un color determinado para “ser del pueblo”, Trump el multimillonario se ha convertido en un modelo en lugar de un contraste.

Pero hay más. Parece que olvidamos el papel crucial de Elon Musk en su campaña, no tanto por su influencia directa en las redes sociales como por lo que representa en términos de “Maga” -el Make America Great Again-. Musk encarna como nadie las seis características principales de la actual revolución industrial, una revolución como ninguna otra porque delinea al futuro de la humanidad y a quienes la dominen, dominarán el mundo. En primer lugar, está la revolución transhumanista, la revolución de la longevidad saludable, luego los implantes cerebrales creados por Neuralink, la conquista del espacio con cohetes reutilizables que ponen a nuestro sistema espacial recién presentado en el rincón de un museo dedicado a los niños del medio rural, la revolución de los coches eléctricos con Tesla, las redes sociales con X (antes-Twitter) y, por último, la revolución de la inteligencia artificial, cuyo impacto será infinitamente mayor que cualquier cosa que podamos imaginar hoy. Podemos odio por Trump y sus mentiras, podemos odiar a este capitalismo arrogante, pero el hecho es que ha sido capaz, como ningún líder de derechas, de lograr la alianza del conservadurismo a nivel social y la hipermodernidad a nivel tecnológico, industrial y, en última instancia, nacional.

Si la oposición política mexicana quiere detener su declive, puede que sea el momento de que piense en lo que le hace ganar al otro lado de la frontera. Y también debería preocuparse por este olvido de la gente común, el mismo que en Estados Unidos caracterizó la campaña demócrata de manera muy similar a los que ocurrió en nuestro país antes de la elección presidencial de junio pasado, este olvido del mundo obrero, el de las fábricas y las provincias que durante mucho tiempo ya no se reconocieron en las preocupaciones elitistas “sociales” de la oposición mexicana. De forma análoga, Kamala Harris -como Xóchitl Gálvez en su momento- se contentó con hablar a los estadounidenses solo como miembros de los diversos comunitarismos que pueblan los Estados Unidos sin “fabricar una idea una nación”.

Nunca dejó de dirigirse a las mujeres como mujeres, a los homosexuales como homosexuales, a los negros como negros y a los obreros como obreros. Esto significaba olvidar dos aspectos esenciales de todo gran proyecto político: la nación, que no se contenta con yuxtaponer comunidades que compiten entre sí por alcanzar el rango de primera víctima, y la humanidad de un ser humano que trasciende todas sus raíces comunitarias. Claramente, ya seas indígena, homosexual o mujer, tienes los mismos problemas para llegar a fin de mes y criar a tus hijos que un “clase media heterosexual”. La oposición mexicana tal y como la conocimos ha muerto y es evidente que, al abandonar la cuestión social, la socialdemocracia se suicidó. En resumen, tanto a la derecha como a la izquierda en México, Trump todavía tiene mucho que decirnos.

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