Antonio Sánchez González.
La pregunta ahora es si el gobierno norteamericano realmente puede decidir por su cuenta abandonar la filial sanitaria de las Naciones Unidas.
Unas horas después de su toma de posesión, el lunes 20 de enero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó un decreto para retirar a los Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud. Una decisión esperada que debería reorganizar las cartas de la salud mundial y, entre otras cosas, complicar considerablemente la lucha contra futuras pandemias.
En el texto de su orden ejecutiva, Trump cita varias razones para justificar esta retirada, entre ellas “la mala gestión de la pandemia de Covid-19” por parte de la OMS y “la incapacidad de adoptar las reformas urgentes necesarias”. Argumenta que la agencia estaba exigiendo “pagos injustamente onerosos” de Estados Unidos y se quejó de que China estaba pagando menos y que respondía a los intereses de esa nación. Irónicamente, muchos expertos señalan que una retirada estadounidense alentará el aumento de la influencia china en la salud mundial, especialmente en términos de financiación.
La pregunta ahora es si el gobierno norteamericano realmente puede decidir por su cuenta abandonar la filial sanitaria de las Naciones Unidas. Estados Unidos se unió a la OMS en 1948 sobre la base de una resolución conjunta de su Congreso que le dio al país la capacidad única entre los estados miembros de la organización para retirarse de la OMS. Porque nada en el estatuto de esta última especifica el marco para una posible salida de un país. Precisamente es este marco histórico el que podría requerir que el presidente estadounidense haga validar su decisión por los miembros electos del Congreso, en el que es muy poco probable que esta decisión se revierta, ya que los republicanos controlan ambas cámaras y en su Corte Suprema prevalecen ideales conservadores.
Donald Trump ya había intentado abandonar la OMS durante su primer mandato, lanzando el mismo procedimiento en julio de 2020. Pero como Estados Unidos solo puede abandonar la organización después de un período de un año, la llegada al poder de su sucesor demócrata, Joe Biden, en enero de 2021, puso fin a esta tentativa.
La salida de Estados Unidos deja un enorme agujero en las finanzas de la OMS. El país aporta alrededor del 20% del presupuesto total de la organización, con más de 110 millones de dólares en contribuciones obligatorias anuales y 1066 millones más en contribuciones voluntarias para el año fiscal 2022-2023 (México, por ejemplo, aporta 22 veces menos y Argentina 40). A pesar de este abandono, tendrá que pagar el dinero prometido para el año en curso, pero 2026 ya se perfila como un año financieramente difícil para la OMS y, en general, para todas las organizaciones mundiales de salud. Esta retirada tendrá repercusiones catastróficas, ya que Estados Unidos ha sido el miembro más influyente de la OMS durante más de setenta y cinco años y su principal donante.
La pérdida de los subsidios estadounidenses afectaría profundamente a todas las operaciones de la OMS, tanto las básicas, como la vigilancia, el seguimiento y la notificación de epidemias, la publicación de normas internacionales sobre prácticas sanitarias o la recopilación de datos sanitarios de los Estados miembros, como las destinadas a las contribuciones voluntarias a programas específicos.
Un programa, en particular, se vería seriamente comprometido por el abandono estadounidense: el fondo de respuesta a emergencias, creado en 2015 para liberar fondos para la respuesta rápida a las emergencias sanitarias. La participación de Estados Unidos representa nada menos que el 44% de los 107 millones de dólares de este programa. Y entre los proyectos que han sido priorizados por el gobierno de Estados Unidos, y que serían los más afectados por su retirada, se encuentran la erradicación de la poliomielitis (27.4 por ciento de sus contribuciones voluntarias), los servicios de salud y nutrición (17.4) y las enfermedades prevenibles por vacunación (7.7).
En términos concretos, la decisión de Trump corre el riesgo de revertir por completo los avances logrados con tanto esfuerzo en la lucha contra ciertas enfermedades. Están en riesgo acciones como la erradicación de la poliomielitis, que se ha eliminado casi por completo de la faz de la Tierra en las últimas tres décadas.
La retirada de Estados Unidos de la salud mundial se produce cuando las negociaciones sobre un tratado sobre pandemias se reanudarán en febrero, con el objetivo de alcanzar un acuerdo en la próxima Asamblea Mundial de la Salud en mayo. En la era de las pandemias, retirar la financiación de la OMS equivale a recortar el presupuesto a los bomberos porque no se consideran lo suficientemente eficaces, a pesar de que cada vez hay más incendios.