Antonio Sánchez González.
No se trata de decir que los médicos vamos a desaparecer, sino de explicar cuál será nuestro nuevo papel en esta complementariedad humano/ inteligencia artificial.
La idea de que un software de inteligencia artificial pueda sustituirnos a los médicos en el diagnóstico y tratamiento de una enfermedad es obviamente debatida: muchos profesionales de la salud todavía se rebelan ante la idea de que nuestro arte -porque la medicina no es solo una ciencia, también es un arte en la medida en que se trata de aplicar el conocimiento a casos concretos- pueda ser reemplazado por máquinas “sin alma” y como tales, irresponsables.
Sin embargo, como escribe Jean-Emmanuel Bibault, el profesor de oncología en la Universidad de París-Cité, médico en el Hospital Pompidou, pero también investigador en inteligencia artificial médica en el sistema francés de salud pública, en su fascinante libro 2041: The Odyssey of Medicine, (Éditions Équateurs, 2023), “una parte importante de los procedimientos de diagnóstico por imagen y anatomía patológica se realizarán muy pronto de forma automática por máquinas con un rendimiento muy alto. Estos procedimientos permanecerán, al menos inicialmente, validados manualmente por humanos. A largo plazo, sin embargo, cuando el rendimiento de la inteligencia artificial haya superado con creces al de los humanos, el concepto mismo de validación o verificación por parte de un médico ya no tendrá ningún sentido. ¿Cómo vamos a garantizar el control de calidad de estos diagnósticos hechos a través de inteligencia artificial si no somos capaces de entender las razones por las que su rendimiento supera al nuestro, sobre todo teniendo en cuenta que, dentro de quince o veinte años, es el campo de la terapéutica el que también será revolucionado por la inteligencia artificial?”
No hay forma de evitar que la medicina se revolucione en el diagnóstico y el pronóstico, en la elección y dosificación de los fármacos, en el uso de terapias dirigidas y personalizadas e incluso en los procedimientos quirúrgicos asistidos por robot. Es entonces toda la cuestión del papel del “médico” la que se planteará, y no podemos sino saludar la honestidad intelectual de este oncólogo (o en el caso de cada médico en cada caso) que tiene la lucidez de afrontar el problema de frente en lugar esconderse detrás de un chasis de una pantalla y evitar responder a las preguntas y las inquietudes de su paciente. Según un estudio reciente, una inteligencia artificial de Google llamada “Amie” (porque tiene habla, oído y empatía) fue entrenada para realizar entrevistas médicas, escuchar a los pacientes hablar sobre sus síntomas y deducir un diagnóstico. Para ello, se han preparado actores, recibiendo cada uno su lista de síntomas, y se les ha colocado, por un lado, una asamblea de médicos “humanos” y por el otro a su nuevo mejor “amigo”.
Al final del experimento, la máquina no solo obtiene un mejor resultado que los clínicos, no solo es juzgada como más empática que ellos por los actores que jugaron el juego, sino que lo más asombroso es que el resultado que obtiene es mejor cuando está sola que cuando es asistida y corregida por un humano. Como dijo el mismo Bibault en una reciente entrevista con Le Point, los humanos “degradan los resultados, lo que puede parecer sorprendente, pero que ya se ha observado en experimentos sobre diagnóstico radiológico porque el médico no siempre confía en la inteligencia artificial. Cuando ella llega al mismo resultado que él, el médico tiende a cambiar su diagnóstico… » Se objetará que, en realidad, el diagnóstico de los médicos no se basa en un solo interrogatorio, que piden exámenes adicionales si es necesario, que ellos mismos realizan exámenes clínicos, etcétera; sin embargo, tendremos que pensar de nuevo sobre la cuestión crucial de su posible complementariedad con estas nuevas herramientas.
No se trata de decir que los médicos vamos a desaparecer, sino de explicar cuál será nuestro nuevo papel en esta complementariedad humano/ inteligencia artificial, convirtiéndose la consulta, si se me permite decirlo así, en una “consulta compartida”: médico, máquina, pero también paciente más o menos iluminado por la información que ahora es accesible en la red o en las organizaciones de pacientes. Los avances en el diagnóstico y el seguimiento de los pacientes ya están ligados a toda una serie de revoluciones en la práctica médica asistida por inteligencia artificial: monitorización de los ojos de los diabéticos, diagnósticos de las radiografías e identificación de anomalías, identificación precoz del cáncer antes de que sea visible en la exploración clínica, organización de seguimiento remoto del cáncer de pulmón, inmunoterapias, terapias dirigidas y la lista tan larga como uno quiera. Sin hablar de un eventual reemplazo, es una revolución médica que está en marcha y es crucial tomarle el pulso lo más rápido posible.