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antonio sanchez gonzalez

Los Tartufos

Los Tartufos

Antonio Sánchez González.

En el espacio público local tenemos hace meses a políticos de diversas facciones enfrentados ferozmente entre sí, con el pretexto de una calle que debe medir poco más de 3 mil metros.

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21 de febrero 2025

Hoy es imposible no pensar en estas palabras de Cristo que encontramos en el capítulo 23 del Evangelio de San Mateo y que parecen, para desgracia de todos, más actuales que nunca: “Los escribas y fariseos están sentados en la cátedra de Moisés (…) Haced, pues, y guardad todo lo que os dicen, pero no actúen conforme a sus obras. Porque dicen y no hacen. (…) Hacen todas sus acciones para ser vistas por los hombres. (…) Les gusta ser recibidos en las plazas públicas y ser llamados por los hombres Rabino, Rabino. Pero vosotros no os llamáis Rabí, porque uno es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos”. Algunos de nuestros contemporáneos, como los escribas de los que habla Jesús, parecen ilustrar perfectamente esta hipocresía que dio origen a uno de los personajes más famosos de Molière, Tartufo.

Es obviamente esta brecha cada vez más abismal entre las palabras y los hechos lo que explica el preocupante descrédito que pesa hoy sobre la clase política, incluida la que no ha tenido nunca el poder, a la cual parece que la sociedad ya no está dispuesta a conceder alguna oportunidad de pasar la prueba, bajo la premisa de que ya “todos son iguales”. De hecho, es un abismo que ahora es más visible a medida que la información se ha vuelto accesible para todos en nuestra sociedad hipertransparente, cámaras, micrófonos, redes sociales y pantallas de cada teléfono móvil de por medio. Por poner un ejemplo llamativo, fue a partir de lo que salió de su propia boca que la prensa nacional describió el caso del político que, perteneciendo al movimiento que se ostenta como el medio para la regeneración nacional a través de la cual se debe imponer entre todos la moralidad, la medianía, la frugalidad y el desprecio por los corruptos, alardeó de que “siempre ha volado en helicóptero y que seguirá haciéndolo porque puede y que tiene cola pero chiquita -como de hámster-, al tiempo que se presentó a sí mismo como un dechado de virtud, aficionado a los placeres caros, los toros y el béisbol de grandes ligas.

En el espacio público local tenemos hace meses a políticos de diversas facciones enfrentados ferozmente entre sí, con el pretexto de una calle que debe medir poco más de 3 mil metros, sacándose todos los trapos -muy sucios- al sol y lanzándose certeros disparos de heces. Y mientras unos argumentan que existen muchísimas necesidades y urgencias que deberían recibir atención prioritaria antes que el llevado y traído viaducto elevado y otros diciendo que esos 3 kilómetros de segundo piso de calle son indispensables para lanzar a Zacatecas de cuernos a la modernidad, todos los demás presenciamos y sufrimos esa guerra de mierda a la que se han sumado los políticos que son depositarios de las siglas de organizaciones de maestros, taxista, líderes empresariales, veterinarios, universitarios y los que se quieran pegar en estas horas, sabiendo que todos ellos han tenido la posibilidad de resolver alguna o todas esas carencias y necesidades a las que ahora se refieren, cuando ocuparon puestos políticos desde los que tuvieron el deber de hacerlo. Confían en que conocen el compromiso cívico, la memoria y la desidia de todos los que vivimos aquí, mientras nos hundimos en subdesarrollo y miseria.

Podría multiplicar los ejemplos de estos líderes que dicen pero no hacen, que se permiten lo que reprochan a los demás y a los que se les llama con títulos altisonantes como si fueran superiores a “los que no son nada”, para usar las palabras de alguno de nuestros expresidentes, cuando, como  Cristo, insistía en que somos “todos hermanos” – donde encontramos de pasada la idea deseada por Tocqueville de que la igualdad democrática, presente en nuestra Constitución, no es en última instancia más que una secularización del cristianismo, la igualdad de las criaturas ante Dios se convierte en la igualdad de los ciudadanos ante la ley cuando los privilegios de la aristocracia fueron abolidos aquí varias veces -por Hidalgo, por Juárez, por Madero, Carranza y varios más- hace muchos años.

Todos tenemos nuestros defectos y, como todo el mundo sabe, nadie es perfecto. No se trata de criticar la paja en los ojos de los demás sin ver la viga en los propios. Sencillamente, no todo el mundo es un líder político destacado y, a este nivel de responsabilidad, el requisito de dar ejemplo tiene más sentido que en cualquier otro lugar. Porque, vuelvo a esto, es esta distancia entre las palabras y los hechos, entre las promesas y la realidad, lo que está llevando a nuestro país a una nueva era de hipocresía y falsedad, la de una pérdida de confianza en la política tal que termina poniendo en peligro la democracia.

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