

Antonio Sánchez González.
La prevalencia de cáncer, diabetes y las enfermedades mentales aumenta y la esperanza de vida está disminuyendo.
El país más rico del mundo está enfermando a sus niños, es consciente de ello y no tiene la intención de hacer mucho al respecto. Esta es la conclusión que se desprende de la “estrategia MAHA” (Make America Healthy Again), publicada el martes 9 de septiembre por Robert Kennedy Jr., secretario de Salud de la Administración Trump.
El documento de 20 páginas era esperado por toda la comunidad científica de Estados Unidos. Tuvo que responder a un informe condenatorio publicado en la primavera por la misma administración, que describía en detalle “la sombría realidad del deterioro de la salud de los niños estadounidenses”. Los datos son aterradores y las cifras van en aumento: el 40% de los 73 millones de niños estadounidenses tienen una enfermedad crónica (obesidad, asma, enfermedades autoinmunes, alergias, trastornos del comportamiento, etc.).
La prevalencia de cáncer, diabetes y las enfermedades mentales aumenta y la esperanza de vida está disminuyendo. Una cifra resume el problema: en la primera potencia militar del mundo, solo uno de cada cuatro jóvenes (de 17 a 24 años) sería físicamente apto para servir en el ejército.
En ese informe se identifican cuatro causas principales: una dieta deficiente en general, falta de actividad física, demasiada exposición a productos químicos y sobremedicación. Los tres primeros son relativamente unánimes en los Estados Unidos. La cuarta es mucho más discutida porque, si bien denuncia el poder demasiado grande de los laboratorios farmacéuticos, también y sobre todo sirve para justificar una cruzada antivacunas, que se trata de convertir en política pública del país.
El informe causó una descarga eléctrica en cuanto fue dado a conocer en la primavera. La publicación del plan de acción ha reducido significativamente las expectativas. Incluye algunos avances y muchas renuncias, particularmente en términos de alimentos. El documento anuncia medidas para prohibir los colorantes sintéticos en los productos que se venden en los supermercados, lo que endulza los oídos de los expertos. También prevé una actualización de los requisitos para las leches infantiles.
Pero, el meollo de la cuestión, a saber, la omnipresencia de productos ultraprocesados, demasiado grasos, demasiado dulces, demasiado salados, en las dietas de los niños, no se aborda de frente. El informe se limita a anunciar una reflexión sobre la definición exacta de estos alimentos, un paso atrás frente a las grandes empresas alimentarias que dominan el mercado americano.
Los niños estadounidenses obtienen alrededor del 70% de sus calorías de productos ultraprocesados, según cifras de la Administración de Alimentos y Medicamentos. Y el hábito continúa hasta la edad adulta. Un estudio realizado por la ONG en colaboración con algunas escuelas de medicina norteamericanas muestra que “en Estados Unidos, más del 86% de los estadounidenses tienen una dieta de mala calidad y casi la mitad tienen una dieta de muy mala calidad”, debido a dos razones, primer el precio: estos productos son mucho más baratos que los productos menos procesados, por la cantidad de calorías que aportan, y luego está la publicidad: hay mucho marketing para tratar de convencer a la gente de que estos alimentos son apropiados: están formulados para ser absolutamente deliciosos e irresistibles y para que la gente no pueda dejar de comerlos.
Kennedy, una rama de la nebulosa MAHA, se ha convertido en la encarnación de todas estas ambigüedades. Hijo de “Bobby” Kennedy y sobrino de “JFK”, destaca en el panorama ministerial del segundo mandato de Donald Trump. Un ex demócrata, reconocido exabogado ambientalista, experimentado teórico de la conspiración y notorio antivacunas, es uno de los únicos miembros de la administración que tiene una existencia política propia, mientras que los demás son principalmente criaturas trumpianas.
Y los científicos, a su vez, por una parte condenan los errores de Kennedy Jr., particularmente en el tema de la vacunación infantil, porque ha sugerido repetidamente que estas inyecciones podrían ser responsables del aumento en el caso de autismo en los Estados Unidos, lo que los estudios no muestran, pero por otra, le agradecen haber puesto en primer plano el tema de la salud y la nutrición de los niños con su movimiento. Puede que lo que MAHA representa es una especie de punto de inflexión en los Estados Unidos, un reconocimiento de los enfermos que están en esa sociedad cada vez más polarizada.