
Antonio Sánchez González.
Este nuevo documento complementa el marco preexistente en la lucha contra las pandemias, el denominado Reglamento Sanitario Internacional.
Después de tres años de intensas negociaciones, el conocido como Tratado sobre Pandemias fue adoptado formalmente el martes en la Asamblea Mundial de la Salud, la reunión anual en Ginebra de todos los estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Casi 6 años después del inicio de la pandemia de Covid-19, y en un momento en el que nuevos virus, como la gripe aviar o el virus de la viruela símica, plantean riesgos para la salud mundial, este acuerdo pretende prepararse y luchar mejor contra futuras pandemias y, sobre todo, limitar las desigualdades frente a las amenazas sanitarias que la Covid-19 había sacado a la superficie.
Es un triunfo del multilateralismo mundial en un momento crucial tanto para las relaciones internacionales como para el futuro de la salud global, desde que la administración Trump llegó al poder en los Estados Unidos, y los recortes masivos realizados en la ayuda al desarrollo
El texto aún tiene un largo camino por recorrer antes de que entre en vigor. Un nuevo grupo de trabajo, que se reunirá en dos semanas tendrá la difícil tarea de negociar los detalles del sistema de Acceso a Patógenos y Participación en los Beneficios (PABS), el mecanismo insignia del tratado, y tienen un año para que propongan un texto en la próxima Asamblea Mundial de la Salud en mayo de 2026. Es entonces cuando el tratado estará abierto a la firma de los Estados miembros, que deberán ser ratificados por sus respectivos órganos legislativos. El tratado entrará en vigor una vez que sesenta países signatarios lo hayan ratificado.
Este nuevo documento complementa el marco preexistente en la lucha contra las pandemias, el denominado Reglamento Sanitario Internacional, cuya actualización se validó en 2024. Pero a diferencia de este último, el tratado no se centra únicamente en las emergencias sanitarias y propone un enfoque más global. El tratado se centra en muchas cosas para las que hay que prepararse en tiempos de paz.
Las negociaciones fueron estrechas y tardías en torno a la cuestión de contar con sistemas de vigilancia fiables, es decir, la detección de epidemias a nivel nacional. La versión final del texto contiene muchas formulaciones destinadas a relativizar las obligaciones de acuerdo con las posibilidades específicas de cada país y prevé específicamente la cooperación internacional en forma de “asistencia técnica, desarrollo de capacidades, transferencia de tecnología y financiación” para ayudar a los países más pobres a alcanzar estos objetivos y, por primera vez prevé que “la salud humana está vinculada a la salud animal y al medio ambiente”.
El texto mejora la equidad en el acceso a los productos sanitarios en tiempos de pandemia, establece obligaciones que van desde la investigación hasta la fabricación. Tanto las disposiciones nacionales, como el compromiso de invertir en investigación y desarrollo o desarrollar la capacidad regulatoria necesaria para validar nuevos productos, como las disposiciones internacionales, como la concesión de licencias de tecnologías públicas o la negativa a almacenar más de lo que un país necesita. Y, por primera vez en un tratado internacional, se establece que los gobiernos pueden establecer condiciones a la financiación pública; se trata de una forma de evitar que todos los beneficios de las vacunas vayan a parar a empresas privadas financiadas en gran medida por el Estado, como ocurrió durante la pandemia de Covid-19.
Si bien, el tratado ha tenido la aprobación casi unánime, hubo países que participaron en su redacción que finalmente se abstuvieron de su aprobación durante la última conferencia. Y, no debe olvidarse que Estados Unidos y Argentina, ausentes de la Asamblea Mundial de la Salud, han anunciado su voluntad de abandonar la OMS y se han desvinculado explícitamente del acuerdo. Por su parte, Costa Rica abandonó las negociaciones a principios de año. Por supuesto que nada impediría una eventual adhesión posterior.