Solos

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

El asesinato de dos sacerdotes jesuitas a manos de un cobarde de esos que se esconden detrás de un arma de fuego sigue siendo un tema que continúa muy encendido en nuestro país. Unos claman por justicia, otros por venganza, otros simplemente clamamos por la paz. Pero el caso es que, enardecidos todos, como que … Leer más

El asesinato de dos sacerdotes jesuitas a manos de un cobarde de esos que se esconden detrás de un arma de fuego sigue siendo un tema que continúa muy encendido en nuestro país. Unos claman por justicia, otros por venganza, otros simplemente clamamos por la paz. Pero el caso es que, enardecidos todos, como que buscamos a quien culpar. Y vaya que podríamos repartir bastantes culpas pero eso ni les va a devolver la vida a los clérigos y muy difícilmente va a abonar hacia la construcción de la tan anhelada paz. Lo que urge encontrar son soluciones pero parece que nadie está dispuesto a darlas por miedo, quizás, a que le vean cara de culpable de lo que está pasando y que, claramente, ya se nos salió de las manos a todos.

 

Y hay quienes nos preguntamos ¿pero por qué a los religiosos? ¿Por qué a los niños? ¿Por qué a familias enteras? ¿Por qué a inocentes que no sostienen en sus manos un arma para defenderse cuando los ultiman? ¿Por qué hemos permitido todo eso? Y déjeme que le diga que como sociedad hemos fallado desde lo más elemental: si no somos capaces de brindar protección con nuestras leyes, con nuestras voces y con nuestras acciones a los más débiles, a aquellos que, deseados o no, crecen en los vientres de nuestras mujeres, ¿Qué podemos esperar del resto? Ahí sí que ni el Chapulín Colorado nos va a poder ayudar. Estamos completamente solos y nos lo hemos ganado.

 

Usted dirá ¿y qué podemos hacer entonces? Yo le respondería, haga el bien. No se canse. No hay mejor forma de vencer al mal que con el bien. Pero haga el bien de veras, no sea indiferente, usted sabe perfectamente cuando su conciencia le llama, le exige hacer algo por el otro, el que está cerca de usted o el que no lo está tanto, pero se siente bien claro, y cuando eso pasa y usted le saque la vuelta entonces no se queje. ¡Abandone su indiferencia! No tiene idea de cuánto daño le hace a la sociedad de la que forma parte y de cómo usted se vuelve cómplice de todo lo que pasa adoptando la cómoda postura de “dejar hacer, dejar pasar”.

 

Si está en sus posibilidades, súmese a alguna iniciativa filantrópica o de causa social, participe activamente, hacen falta muchas manos porque, le reitero, los poderosos -la autoridad especialmente- nos han dejado solos.

 

Y, por favor, infórmese. Y me refiero, especialmente, a lo relacionado con el aborto, por ejemplo. Hasta el momento, no sin buena intención, ha simpatizado usted con la causa de las mujeres ultrajadas y cuyos derechos han sido violentados pero no se crea que la solución a esto es la victimización de los no nacidos, ellos no tienen la culpa y también son seres vivos con derechos, primero a vivir y luego a la paz, como usted y como yo.




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