¡¡La rapiña y la cohesión social!!

Jaime Santoyo Castro.
Jaime Santoyo Castro.

El ejercicio del poder, aún para los más preparados, implica afrontar una serie de dificultades a fin de resolver las grandes necesidades sociales con los escasos recursos económicos.

¿Será que hemos perdimos la característica de ser un pueblo solidario con los sufrimientos y las tragedias de los demás?

El ejercicio del poder, aún para los más preparados, implica afrontar una serie de dificultades a fin de resolver las grandes necesidades sociales con los escasos recursos económicos; sortear las dificultades que generan los desastres naturales y negociar y engarzar adecuadamente a todas las fuerzas sociales para impulsar el desarrollo, la armonía y la seguridad.

Para quienes llegaron al cargo sin estar preparados para ello, es difícil que entiendan la responsabilidad que implica que de sus decisiones, de sus acciones, de sus omisiones, o simplemente de su impericia, ligereza y frivolidad dependen muchas esperanzas y muchas vidas.

Los estragos del Huracán Otis en Acapulco pudieron haber sido mucho menores si las autoridades del lugar hubieran tenido algo de sensibilidad para establecer, con todos los sectores sociales, las medidas de prevención recomendables para el caso, o cuando menos alertar a la población del grave peligro que se avecinaba, pero por los graves daños causados, se advierte que no sólo no hubo los suficientes preparativos para aminorar los efectos de la fuerza de los vientos y las aguas, sino tampoco hubo voluntad ni fuerza para evitar los lamentables actos delictivos que le sucedieron.

Las redes sociales y los medios dieron cuenta de cómo algunos grupos de ciudadanos, en medio del caos, el desconcierto y la inseguridad, ingresaron a los establecimientos comerciales dañados para tomar mercancías. Unos buscando bienes de primera necesidad y los más cargando otros muchos bienes no esenciales, como muebles y electrodomésticos; como aves de rapiña, aprovechando la tragedia para lucrar. Una es la necesidad de alimentarse, que se comprende, y otra, convertir la desgracia en oportunidad para robar o para asaltar, pero para evitar morirse de hambre la gente no necesita robar televisiones, hornos de microondas, pantallas, lavadoras o refrigeradores.

La alcaldesa de Acapulco, de manera muy desafortunada, refiriéndose a la rapiña, manifestó que era un acto de cohesión social, y con ésta expresión, me parece que le dio un tiro de muerte a Acapulco, a la Ley, a la honestidad, a la solidaridad, al estado de derecho y al orden, porque es algo injustificable, como si los bienes privados fueran para subsidiar al crimen.

La cohesión social implica un sentido de pertenencia a una comunidad o grupo y la disposición de sus miembros a cooperar entre sí para el bienestar común y propicia la inclusión de todos los sectores en los procesos económicos, políticos y sociales, promoviendo la igualdad de oportunidades y la justicia social y corresponde precisamente a la autoridad propiciar la cohesión social en beneficio de todos.

En una sociedad cohesionada, los conflictos se manejan de manera constructiva y existe un fuerte sentido de comunidad y responsabilidad mutua. En contraste, una falta de cohesión social puede conducir a la fragmentación social, conflictos y tensiones entre grupos, y puede afectar la estabilidad y el desarrollo sostenible.

Además de reconstruir Acapulco, lo que se va a requerir es una reconstrucción del tejido social, también herido.




Más noticias

Jaime Santoyo Castro
Jaime Santoyo Castro
Jaime Santoyo Castro
Jaime Santoyo Castro

Contenido Patrocinado