El cortejo de las promesas

Jaime Santoyo Castro.
Jaime Santoyo Castro.

Los ciudadanos siempre esperamos que los Partidos Políticos, asuman con seriedad y responsabilidad su papel de impulsores de la democracia y que nos presenten a los mejores.

Ya están en marcha; ahora si formalmente, las campañas de las candidatas y candidatos que aspiran a ser Presidente de la República, Senadores y Diputados al Congreso de la Unión, y en unos días más iniciarán las de los aspirantes a Diputados Locales, Presidentes Municipales, síndicos y regidores.

Los ciudadanos siempre esperamos que los Partidos Políticos, asuman con seriedad y responsabilidad su papel de impulsores de la democracia y que nos presenten a los mejores, que son aquellos que tengan los conocimientos y experiencia necesarios para el cargo; que tengan responsabilidad, habilidades de liderazgo, comunicación, influencia para inspirar y movilizar, integridad y ética, honestidad, fortaleza para enfrentar los desafíos, iniciativa, eficiencia, visión estratégica, empatía y sensibilidad social, respeto por la ley, conciencia cultural, valores, identidad nacional y cariño por su tierra, que sean promotores de la libertad y de la unidad, etc. Eso es lo mínimo que nos hace falta.

Pero por lo regular no es asi, porque en la designación intervienen muchos factores, desde caprichos personales, amiguismos, compadrazgos, y muchos otros relacionados con el interés de influir en las políticas públicas, en los programas, en las construcciones, en las adquisiciones, en la administración de los recursos, en la redacción y orientación de nuestras disposiciones normativas, en fin; en todos los ámbitos de la administración pública, de manera tal que no es simplemente que se consulte a la militancia de cada partido, que, debemos decirlo, casi siempre es la última que opina; es un duro proceso en el que las diferencias producen desencantos, desencuentros, renuncias, chapulineos, etc..

Luego ya definidos los candidatos, en el proceso de campaña, hasta antes del próximo dos de junio, vamos a escuhar discursos que contienen lineamientos, ideas, propuestas, pero sobre todo, lo que todos hacen para intentar ganarse el voto, veremos en el firmamento, desplegado, un abanico de promesas tan brillantes y atractivas que harían sonrojar hasta al más pintado de los loros. ¡Todo un cortejo pleno de promesas!! las más, sin sustento y sin rumbo, pero también sin recato.

Quizá lo más recurrente sea la promesa de que vamos a recuperar la tranquilidad, la seguridad y la armonía; que la prioridad va a ser la inversión en el campo, la educación, la salud, oportunidades de desarrollo, que se van a arreglar todos los baches de las ciudades y de las carreteras, que va a llover, que se van a ampliar los períodos vacacionales, más sueldos y mejores pensiones, y quizá hasta nos salgan con que va a haber dos sábados cada semana, etc, etc.

Y qué decir de las promesas económicas, esas que fluyen como una fuente de chocolate en una fiesta de bodas. “¡Habrá trabajo para todos!”, La gasolina, la electricidad, el agua, el internet, la inflación y todos los precios de la canasta básica y lo servicios básicos que proporciona el gobierno bajarán, pero subirán las pensiones, las becas y las ayudas y lo más importante: que bajarán los impuestos¡¡¡

El cortejo de las promesas es una práctica tan extendida como el uso de filtros en las selfies; pudiéramos decir que hasta nos preparamos para ver qué es lo que promete cada candidato, y lo que es peor; hasta les creemos, aunque no nos expliquen cómo es que van a lograr lo que prometen.

¿Por qué, a pesar de tantas promesas incumplidas, seguimos participando en este cortejo? Quizás es porque, en el fondo, somos criaturas de esperanza. Nos alimentamos de la posibilidad de que, esta vez, las cosas puedan ser diferentes. Que esta vez, las promesas se conviertan en realidades y no solo en ecos de buenas intenciones.

Sería bueno que cuando nos encontremos como espectadores en medio del cortejo de las promesas, las tomemos con un grano de sal… o mejor aún, con una pizca de humor. Porque al final del día, la vida es demasiado corta como para no disfrutar del espectáculo, incluso cuando sabemos que algunas de esas promesas son tan solo plumas en el viento y nuestra responsabilidad de votar es grande y de ella depende el futuro de nuestras descendencias. Lo más importante será salir a votar; es decir, no dejarle a los menos que decidan por los más. ¡¡Feliz Semana Santa!!




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