Individualismo o unidad social

Jaime Santoyo Castro.
Jaime Santoyo Castro.

Se ha disminuido la confianza, el respeto y el orgullo de familia y como consecuencia se ha resquebrajado la unidad social y la confianza en las autoridades.

En México aprendimos desde nuestra infancia que la familia es la célula básica de la sociedad, y que mientras la familia permaneciera unida, la sociedad estaría cohesionada, avanzando en pos de los propósitos comunes. En el hogar y en la escuela nos enseñaron que la cooperación, el trabajo conjunto, la unidad y la solidaridad eran la clave para tener un ambiente colectivo de amistad, armonía, respeto, seguridad, éxito y paz social, valores que hoy tenemos extraviados u olvidados, y en contraste vivimos una situación de encono, división, enfrentamiento, desigualdad, irritación social, desconfianza, desempleo, pobreza, desesperación e inseguridad.

Aquel propósito común dio un giro y de un tiempo para acá, nos han implantado políticas públicas orientadas a darle más valor y protección a los propósitos individuales o minoritarios y nos hemos alejado de los valores que nos mantenían unidos, lo que ha ocasionado un desequilibrio social que nos tiene distanciados a unos de otros. Se ha disminuido la confianza, el respeto y el orgullo de familia y como consecuencia se ha resquebrajado la unidad social y la confianza en las autoridades. Hoy somos una sociedad en crisis, en la disyuntiva de optar por el individualismo o la unidad social.

El individualismo hace énfasis en la valoración y promoción de los intereses, derechos y autonomía de los individuos por encima de la colectividad, de manera tal que quienes abogan por el individualismo se enfocan más en sus necesidades, deseos y logros personales, perspectiva que enfatiza los derechos individuales, la toma de decisiones autónomas y la capacidad de perseguir metas personales con menos restricciones de la sociedad. Indudablemente el individualismo puede tener aspectos positivos, como lo es la promoción de la innovación y el desarrollo de la capacidad creadora personal, pero también puede conducir a la competencia desenfrenada y a la falta de conciencia, de sensibilidad y de cooperación en la resolución de problemas sociales.

La unidad social por su parte se sustenta en la idea de que los individuos forman parte de una comunidad más grande y deben trabajar juntos para el beneficio común, perspectiva que valora la colaboración, la solidaridad y el bienestar colectivo. La unidad social se basa en la noción de que los seres humanos tenemos responsabilidades hacia los demás miembros de la sociedad y que el éxito individual debe equilibrarse con el bienestar general. La unidad social puede promover la cohesión social, la estabilidad y resolución de desafíos compartidos, pero también puede llevar a la supresión de la individualidad y la limitación de la diversidad de pensamiento. En la unidad social se promueve la cooperación, el afecto y la amistad; la participación y apoyo mutuo surge a través del consenso.

El bienestar social, colectivo e individual, es responsabilidad del Estado, quien debe garantizar que se cumpla; de modo que los derechos e intereses de la colectividad nunca deben estar supeditados a los intereses individuales. La autoridad, del nivel que sea, no debe caer en la trampa que le antepone calificativos de represor cuando actúa en protección de los intereses colectivos, porque dejaría de cumplir con su encomienda y dejaría en estado de indefensión a la colectividad. Frente a esta pugna, más vale que se diga que es un estado represor y no que se diga que es un estado pasalón. Cuidado: ¡¡Nadie tiene derecho a sacrificar los derechos de la sociedad en aras de sus derechos particulares. La colectividad no puede ser rehén de las exigencias, justas o no, de los derechos individuales!!

En la práctica, lo ideal es encontrar un equilibrio entre estos dos conceptos, pues el extremo del individualismo lleva a la fragmentación social y a la desigualdad, mientras que el extremo de la unidad social puede limitar la libertad individual y la iniciativa personal y éste es el gran reto de las próximas administraciones. Si se quiere recuperar la paz, la armonía y la seguridad, se debe establecer un equilibrio adecuado entre estos dos enfoques y no perderlo de vista en la formulación de políticas públicas, y en la construcción de comunidades saludables y prósperas, pero si no se logra el equilibrio, no debe haber duda. Siempre será un imperativo restablecer el orden social.




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