

Rafael Sánchez Andrade.
Hablar del bachillerato en México es contar una historia de transformaciones y aprendizajes. Desde su fundación en 1867 hasta los modelos educativos actuales.
Durante más de un siglo, el bachillerato ha reflejado los cambios del país. Pasó de ser una educación enciclopédica a una experiencia que enseña a pensar, crear y convivir. Su historia explica el rumbo que ha tomado la educación en México.
Hablar del bachillerato en México es contar una historia de transformaciones y aprendizajes. Desde su fundación en 1867 hasta los modelos educativos actuales, este nivel educativo ha sido un reflejo del país: de sus ideales de progreso, sus transformaciones sociales y su búsqueda constante por formar mejores ciudadanos.
En 1867, Gabino Barreda fundó la Escuela Nacional Preparatoria bajo el gobierno de Benito Juárez. Inspirado en el positivismo de Auguste Comte, impulsó una educación laica, racional y científica que rompió con el modelo religioso. Era una enseñanza centrada en el conocimiento enciclopédico y la disciplina intelectual, orientada a preparar a los jóvenes para la universidad y para un país que se reconstruía tras las guerras.
A partir de 1910, con la creación de la Universidad Nacional de México, el bachillerato adoptó una visión humanista y nacionalista. Ya no bastaba con formar mentes ilustradas; era necesario formar ciudadanos conscientes, con identidad y sentido de pertenencia. Asignaturas como historia, civismo y cultura nacional se convirtieron en pilares para fortalecer el espíritu patriótico y social.
Entre 1940 y 1970, la educación respondió al crecimiento industrial y urbano del país. Nacieron los bachilleratos tecnológicos y agropecuarios (como la DGETI y la DGETA), que ofrecían una formación técnica vinculada al trabajo y la productividad. La escuela dejó de ser exclusiva de la élite académica y se convirtió en un espacio de oportunidad para miles de jóvenes.
Durante los años setenta surgieron modelos que transformaron la enseñanza. Aparecieron el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), el Colegio de Bachilleres y el CONALEP, con propuestas más flexibles y modulares. Su objetivo era que los estudiantes aprendieran a pensar, cuestionar y construir conocimiento propio.
Con la globalización de los años noventa, la Secretaría de Educación Pública (SEP) impulsó el Marco Curricular Común, con un enfoque en competencias genéricas y disciplinares. Ya no se trataba solo de enseñar contenidos, sino de desarrollar habilidades: comunicarse, resolver problemas, colaborar y usar la tecnología con sentido.
Desde la reforma de 2012, la educación media superior es obligatoria. Hoy, el modelo educativo apuesta por la inclusión, el bienestar y la formación socioemocional. Con el Marco Curricular Común 2023, se busca una educación más humana y significativa, donde los jóvenes no solo aprenden a aprobar materias, sino a convivir, sentir y actuar con responsabilidad. La escuela se debe transformar en un espacio que enseñe a vivir y no solo a estudiar.
El bachillerato mexicano ha pasado de ser una educación elitista y enciclopédica a una experiencia integral centrada en la persona. Enseñar ya no es transmitir información, sino debe formar seres humanos críticos, empáticos y comprometidos. El reto de hoy es mantener vivo ese propósito: construir escuelas que enseñen a aprender, convivir y transformar la realidad con esperanza y excelencia.