Censuras y Punto Final

Pablo Torres Corpus.
Pablo Torres Corpus.

Se suponía que la libertad de hacer, escribir o decir era uno de los triunfos más grandes de la democracia, la educación y la globalización; el conocer más, el tener opciones, el reconocer a los diferentes, haría una sociedad más tolerante, más abierta e incluyente, pero no. Parece que esas libertades se torcieron en el … Leer más

Se suponía que la libertad de hacer, escribir o decir era uno de los triunfos más grandes de la democracia, la educación y la globalización; el conocer más, el tener opciones, el reconocer a los diferentes, haría una sociedad más tolerante, más abierta e incluyente, pero no.

Parece que esas libertades se torcieron en el camino y lejos de ser una sociedad tolerante, abierta e incluyente nos hemos convertido en una sociedad de censores, promotores de la hipercorrección política que se indigna por todo.
Pareciera que el indignarse por algo y manifestarlo públicamente fuera una nueva forma de pertenecer, de ser y de hacer sociedad.

Esta cultura de la indignación lleva décadas presente, pero nunca tuvo el auge que ahora tiene, lo preocupante es que sus más activos promotores no son los ultraconservadores de derecha, los viejos anhelantes del pasado, los que se formaron en el conservadurismo o las élites.

No, los promotores de la censura e hipercorrección son los jóvenes educados en la globalización con los valores democráticos y desde la libertad. La mayoría se clasifica y se proclama liberal de izquierda, pero en la realidad se parecen más a los conservadores de derecha.

Es paradójico que los censores culturales, los indignados por todo, se formaron en las instituciones y sociedades liberales y democráticas, y utilizan esas mismas plataformas para promover la censura, encontrar la indignación y justificar las cacerías de brujas.

También es extraño que los más indignados no suelan ser los que padecen realmente el problema. Manuel Arias, especialista en el tema y autor de La democracia sentimental, asegura que el sentimentalismo y la indignación por todo es una patología de las sociedades ricas, al tener cubierto lo indispensable, lo material, se remplazan los problemas personales y ubicables por los problemas abstractos, se dramatiza lo que no nos es agradable para convertirlo en ofensa.

Lo grave de estas conductas no son los linchamientos en redes, las quejas que se vuelven tendencia, lo grave es que la indignación empieza a mutilar el arte, a sofocar a la cultura, campos que se habían mantenido a salvo de la censura.
En todos los ámbitos, pero principalmente en el arte y cultura, censurar es clausurar, es cancelar, ahogar. Permitirlo sería claudicar.

Punto Final

Por sus precampañas los conoceréis.

*[email protected]




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