
La cronopeya es un recurso utilizado para convertir el tiempo en un protagonista de nuestra narrativa.
“El tiempo me come”. “se me escapan las ideas”, “Las horas transcurren sin detenerse”. Estas frases son muy utilizadas en nuestro lenguaje cotidiano y son claros ejemplos de cronopeya; una figura literaria que consiste en dar vida o acción al tiempo. Más allá de su origen poético, estas expresiones han adquirido un peso social, dando forma para expresar la angustia de una sociedad que vive a contrarreloj.
La cronopeya es un recurso utilizado para convertir el tiempo en un protagonista de nuestra narrativa; se puede describir como un enemigo que fluye como un río, como un viento que arrastra o como un implacable reloj que marca nuestro destino. De esta manera, la cronopeya no solamente mide los instantes, sino que también los transforma en imágenes cargadas de simbolismo y emoción.
La cronopeya en la literatura es un recurso que se emplea para expresar angustia por lo efímero, nostalgia por lo perdido o un tipo de esperanza por lo que vendrá. También se le encuentra en discursos filosóficos o sociales cuando se hace referencia acerca de la rapidez con la que transcurre la vida moderna o la lentitud que pesa en situaciones de espera.
En un mundo que se marca por la inmediatez, la productividad o lo apresurado; la percepción de que “el tiempo no alcanza” se ha logrado convertir en un fenómeno colectivo. La cronopeya, al descubrir al tiempo como un enemigo que huye, persigue o corre, da lugar a la tensión emocional que experimentan millones de personas en su cotidiano trayecto de vida.
De acuerdo con informes de la Organización Mundial de la Salud, el estrés asociado a la falta de tiempo es uno de los principales factores que detonan la depresión y la ansiedad en la población estudiantil y trabajadora. En un tiempo el reloj fue un aliado para ordenar nuestras labores, pero ahora se ha convertido y transformado en un verdugo invisible. Esta carga emocional no únicamente afecta nuestra mente, también impacta al cuerpo, y se manifiesta en dolores musculares, trastornos digestivos e insomnio.
La cronopeya, al colocar en nuestro lenguaje que “el tiempo nos persigue”, desnuda una verdad incómoda: hemos permitido que el tiempo, o más bien nuestra forma de administrarlo, nos enferme. Varios psicólogos recomiendan para combatir la cronopeya. estrategias como la práctica de la atención plena, la organización consciente de tareas y la valoración del descanso como parte de la salud integral. Recuperar la calma no significa detener el tiempo, lo cual es imposible, pero si implica dejar de percibirlo como un adversario.
La cronopeya, no es solo un recurso literario: es un reflejo de cómo pensamos y sentimos el tiempo. Mientras lo sigamos imaginando como un perseguidor implacable, la angustia seguirá marcando el pulso de nuestra vida. Tal vez ha llegado el momento de darle otro rostro en nuestro lenguaje y en nuestras rutinas: que el tiempo, en lugar de devorarnos, sea nuestro compañero de vida.