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Gerardo Luna Tumoine

Por fuera conectados, por dentro solos

Por fuera conectados, por dentro solos

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La paz interior es como el ancla de un barco: cuando arriba hay tormenta, el ancla firme impide que se pierda el rumbo.

Gerardo Luna Tumoine
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9 de septiembre 2025

Los problemas nunca faltan. La vida está tejida de desafíos inevitables, de incertidumbres que nos sacuden y de heridas que nos duelen. Pero más allá de las circunstancias, lo que realmente marca la diferencia es la forma en que decidimos enfrentarlas. Una mente alterada vuelve todo más difícil; en cambio, una mente en paz convierte la misma realidad en una experiencia distinta.

Podemos sentir la herida inmediata de la dificultad, igual que las olas sienten el viento en la superficie del mar. Sin embargo, lo que importa es mantener la calma en lo profundo, donde nada externo puede arrebatar la serenidad. La paz interior es como el ancla de un barco: cuando arriba hay tormenta, el ancla firme impide que se pierda el rumbo.

Esa misma metáfora se aplica a otra tormenta silenciosa que hoy nos aqueja: la soledad interior. Podemos estar rodeados de gente y, aun así, sentirnos solos. Vivimos hiperconectados a través de pantallas y redes sociales, pero seguimos experimentando un vacío difícil de nombrar. Nos incomoda tanto que intentamos llenarlo a toda costa: con entretenimiento, con tecnología, con estímulos que lo disimulen. Pero cuando se apaga el ruido y llega el silencio, esas emociones resurgen con claridad: aislamiento, tristeza, desasosiego.

Este vacío no siempre es nuevo; muchas veces es antiguo, guardado en lo más hondo de nuestro ser. La soledad, cuando no se comprende, duele. Creemos que nadie nos quiere, que falta algo esencial en nuestra vida. Pero quizás lo que en realidad nos falta no es tanto compañía exterior, sino reconciliarnos con nuestro propio interior.

Aquí se encuentra el vínculo entre los problemas y la soledad: ambos nos desestabilizan en la superficie, pero ambos pueden transformarse si aprendemos a descender a esa calma profunda de la mente y del corazón. No se trata de negar lo que sentimos, ni de evadirnos con distracciones pasajeras, sino de mirar de frente nuestro vacío y aprender a habitarlo con serenidad.

Cuando aceptamos nuestra soledad sin miedo, dejamos de buscar afuera lo que nunca se llenará con cosas, y empezamos a descubrir dentro la raíz de la paz. Una soledad bien vivida se convierte en espacio fértil para conocernos, reconciliarnos y crecer. Del mismo modo, un problema enfrentado con calma se vuelve maestro que nos enseña paciencia, humildad y fortaleza.

La vida, entonces, no consiste en esperar a que las tormentas desaparezcan ni en buscar compañía constante para no sentir el vacío. La vida consiste en aprender a mantenernos en paz, incluso en medio de los problemas y de la soledad.

Porque cuando descubrimos la serenidad interior, comprendemos que no estamos solos, que somos más fuertes de lo que creemos, y que siempre hay un horizonte nuevo para caminar. La paz no elimina las tormentas, pero sí nos da alas para cruzarlas sin perder la esperanza.

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