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Gerardo Luna Tumoine

La vejez, un desafío, no una condena

La vejez, un desafío, no una condena

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No debemos caer en la idea errónea de que la buena vida termina con la adultez y que después todo es decadencia.

Gerardo Luna Tumoine
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11 de febrero 2025

Todos quieren vivir muchos años, pero nadie quiere ser viejo. Sin embargo, la última etapa de la vida tiene aspectos positivos que van más allá de la adultez. Es momento de erradicar la discriminación hacia las personas mayores y reconocer el valor de esta etapa.

La vejez se ha convertido en el período más prolongado de nuestra existencia: pasamos doce años en la infancia, veinte en la adolescencia y juventud, treinta en la adultez y otros treinta o más en la ancianidad. A pesar de ello, la sociedad no tiene plena conciencia ni proyectos públicos o privados que la dignifiquen. Todo gira en torno al consumo, la producción y la especulación financiera, dejando a los viejos y viejas al margen.

No debemos caer en la idea errónea de que la buena vida termina con la adultez y que después todo es decadencia. La vejez no es una condena, sino un desafío. Es la oportunidad de sacar el mejor provecho del privilegio de envejecer. Las personas mayores sabemos algo que los jóvenes ignoran o niegan: que el tiempo es lo más valioso que tenemos.

El verdadero envejecimiento no se mide en años, sino en la pérdida del espíritu. Se es viejo cuando se deja de aprender, cuando la curiosidad se apaga y se vive más de recuerdos que de proyectos. Aterrarse ante la muerte solo convierte la vejez en un calvario.

Lucio Anneo Séneca, un destacado filósofo estoico romano, en su obra “De la brevedad de la vida”, reflexiona profundamente sobre cómo los seres humanos desperdician gran parte de su tiempo en actividades triviales, olvidando la importancia de vivir plenamente el presente. Una de sus citas más reconocidas es: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”.

Algunas horas nos han sido arrebatadas, otras las hemos dejado escapar, y muchas más las hemos desperdiciado por negligencia. La pérdida más lamentable es, sin duda, la que ocurre por descuido. No dejes, pues, que se te escape ni un instante.

Un proverbio hindú nos recuerda que “la vejez oscura comienza cuando el recuerdo es más fuerte que la esperanza”. La clave para una buena vejez es no mirar atrás con pena ni adelante con miedo.

Si eres viejo, nunca inicies un nuevo día sin un propósito, sin un objetivo que asumir o una tarea que te motive. No dejes de moverte, porque no eres viejo por el paso del tiempo, sino por detenerte ante la vida. La vejez no es una condena, sino un desafío que nos invita a vivir con plenitud, dignidad y propósito. Es la etapa donde los años no nos restan, sino que nos enriquecen con experiencias, aprendizajes y memorias que nos hacen únicos. Cada arruga es testimonio de una risa compartida, una batalla superada y un amor entregado.

Más que una despedida, la vejez es una oportunidad de redescubrirnos, de disfrutar con serenidad lo que antes dábamos por sentado y de valorar el presente con gratitud. No es el final del camino, sino la cima desde donde podemos ver con claridad lo recorrido y compartir nuestra sabiduría con quienes vienen detrás.

Que nunca nos falte la ilusión por aprender, el entusiasmo por amar y la fuerza para seguir dejando huella. La vejez no nos define, somos nosotros quienes la definimos con nuestra actitud y espíritu. Así que vivámosla con alegría, con amor y con la certeza de que aún tenemos mucho que ofrecer y disfrutar.

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