
Gerardo-Luna-Tumoine-2024-Opinion
En la mentalidad judía de la época, el número 7 representaba perfección (como los siete días de la creación).
Hay números que parecen hechos para la calculadora, pero en realidad fueron escritos para el corazón. En la Biblia, cuando Pedro preguntó a Jesús cuántas veces debía perdonar, recibió una respuesta desconcertante: “No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.” En el lenguaje de aquel tiempo, el siete era plenitud, y multiplicarlo por setenta significaba un horizonte sin fin.
En la mentalidad judía de la época, el número 7 representaba perfección (como los siete días de la creación). Multiplicar 7 × 70 no era un cálculo literal, sino una manera de decir “siempre, sin límite”. Era como afirmar: “Perdona hasta donde la mente no pueda contar.”
Matemáticamente, 70 × 7 son 490. Pero si llevamos ese número al cubo —490 × 490 × 490— obtenemos 117,649,000. Exacto en los números, infinito en su sentido. Lo interesante no es el cálculo, sino lo que simboliza: un perdón multiplicado, elevado, extendido hasta dimensiones incalculables.
Perdonar “al cubo” significa sanar en todas las dimensiones:
Perdonar así no es un acto aislado, sino un estilo de vida. No se trata de contar las ofensas, sino de decidir que el amor tendrá siempre la última palabra. Perdonar “hasta que no se pueda contar” no es olvidar lo que pasó, sino renunciar a que el rencor sea el dueño de la historia. Y eso, más que un mandato matemático, es un milagro de la voluntad.
Ahora bien, esta misma medida sirve también para la generosidad. Al que da con libertad, la vida le devuelve multiplicado: en afecto, en oportunidades, en amistades verdaderas. Lo recibido no siempre regresa en la misma forma en que se entregó, pero siempre vuelve… y muchas veces en proporciones que sobrepasan cualquier cálculo.
Dar “70 veces 7… al cubo” es también una manera de vivir sin miedo. La generosidad y el perdón comparten la misma raíz: liberar. El que perdona se libera del peso del pasado; el que da se libera del temor a perder. Ambos abren las manos, y esa apertura es la que permite que la vida les devuelva con abundancia.
La generosidad no siempre se mide en dinero. A veces vuelve en afecto, en salud, en puertas que se abren de manera inesperada, en amigos que llegan en el momento justo. Es como si la vida misma se encargara de equilibrar las cuentas con una lógica distinta a la de los números.
Por eso, “70 veces 7… al cubo” deja de ser una operación aritmética para convertirse en una filosofía de vida. Una invitación a vivir desde la abundancia, donde el perdón no se agota y la generosidad no se mide.
Al final, la plenitud no está en lo que acumulamos, sino en lo que soltamos y multiplicamos. En lo que dejamos ir con perdón, y en lo que entregamos con generosidad. Porque el verdadero capital de una vida no se guarda en cajas fuertes, sino en los corazones donde sembramos paz, bondad y amistad.
Hay números que parecen simples cálculos, pero pesan más en el alma que en las matemáticas. Y “70 veces 7… al cubo” es uno de ellos: un recordatorio de que la abundancia más grande no se encuentra en sumar, sino en perdonar, dar… y multiplicar.
La invitación está hecha: practiquemos este adagio. Hagamos del perdón y la generosidad no una excepción, sino nuestro modo de vivir. Porque solo así, al soltar y multiplicar, descubriremos que la vida tiene un sentido más grande que cualquier número.