Gerardo-Luna-Tumoine-2024-Opinion
Las claves para alcanzar la felicidad no suelen estar en acumular más, sino en aprender a discernir, filtrar y moderar.
En la cultura japonesa, hay 3 monos sabios que nos invitan a reflexionar sobre cómo nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Más allá de una simple representación artística, su mensaje es profundo y atemporal. Cada uno de estos principios guarda lecciones que pueden transformar nuestras vidas.
En un mundo lleno de imágenes que pueden corromper o desviar nuestra atención, “no ver el mal” nos enseña a enfocar nuestra mirada en aquello que edifica y nos hace mejores. Un mundo lleno de estímulos y ruido, las claves para alcanzar la felicidad no suelen estar en acumular más, sino en aprender a discernir, filtrar y moderar. La sindéresis nos invita a reflexionar sobre tres principios fundamentales: no creer en todo lo que vemos, no escuchar todo lo que dicen y no decir todo lo que sabemos. Estas pautas, lejos de ser restricciones, son caminos hacia una vida más equilibrada, consciente y plena.
No creer en todo lo que vemos. Nuestra percepción del mundo está condicionada por experiencias previas, emociones y prejuicios, no significa desconfiar, sino reconocer que lo que observamos es, a menudo, una interpretación parcial o subjetiva de la realidad. Al aceptar que nuestras percepciones son limitadas, nos volvemos más humildes y abiertos a perspectivas diferentes. Esto nos libera de juicios apresurados y nos permite actuar con más sabiduría y compasión. La apariencia de éxito puede esconder dudas internas, y una expresión de enojo puede ser un grito de ayuda. Al no creer ciegamente en lo que captamos, nos damos la oportunidad de explorar con empatía y profundidad.
No escuchar todo lo que dicen. El ruido del mundo moderno puede ahogar nuestra voz interior. Entre opiniones, críticas y rumores, discernir qué palabras valen la pena escuchar se convierte en una habilidad esencial. Hay que filtrar lo que oímos, no para aislarnos, sino para protegernos de aquello que no aporta paz ni verdad. Escuchar indiscriminadamente puede llevarnos a cargar con ideas que no nos pertenecen, provocando ansiedad o distracción. Escuchar selectivamente, por otro lado, fomenta un estado mental más tranquilo y nos ayuda a enfocarnos en lo que realmente importa. Este principio no implica cerrar los oídos, sino aprender a diferenciar entre ruido y enseñanza.
No decir todo lo que sabemos. Hablar es un acto poderoso, nuestras palabras pueden construir o destruir. Es una invitación a la prudencia y la humildad. No se trata de ocultar la verdad, sino de expresar nuestras ideas con propósito y sensibilidad. Decir menos no significa saber menos, sino entender que no todas las verdades son necesarias en todo momento. Al practicar el silencio, creamos espacio para la introspección, permitiendo que nuestras palabras sean más significativas cuando decidimos compartirlas. Además, este principio nos ayuda a evitar los conflictos que pueden surgir de hablar impulsivamente o sin consideración.
El mensaje de los tres monos sabios nos invita a mirar hacia dentro, reconociendo que tenemos el poder de decidir cómo queremos relacionarnos con lo que nos rodea. No es un llamado al aislamiento, sino a la transformación, empezando desde nuestra propia mente.
En la práctica, estas verdades nos enseñan que no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor, pero sí podemos elegir cómo responder. La vida será más armoniosa si, ante el caos, elegimos la prudencia; si, ante la tentación del chisme, elegimos el silencio; y si, ante la adversidad, optamos por palabras de confianza.
Moraleja: La verdadera sabiduría no está en lo que evitamos, sino en lo que cultivamos: una mirada que busca lo bueno, un oído que escucha lo valioso y una boca que habla lo necesario.