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antonio sanchez gonzalez

La salud en las ciencias sociales

La salud en las ciencias sociales

Antonio Sánchez González.

Cada vez está más claro que es fundamental representar la diversidad de la ciencia y, en el caso de la Medicina y la salud, integrar cada vez más a las ciencias sociales.

Antonio Sánchez
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8 de agosto 2025

¿Es por pura mala suerte que María, de 42 años, ama de casa y que hace trabajo doméstico dos días a la semana en un domicilio ajeno, sufra ahora de insuficiencia cardíaca, como ella suele decir? No del todo. Sus ataques de ansiedad y estrés se han intensificado desde que dejó de trabajar para cuidar a su hijo, que tiene una discapacidad adquirida al nacimiento, lo que resulta en una división de tareas por género dentro de su matrimonio. También pasó varias semanas con dolor en el brazo izquierdo y el pecho antes de ir primero al consultorio médico adyacente a una farmacia cercana -según el INEGI, un comportamiento típico de las clases trabajadoras mexicanas-. Y aunque los síntomas que describió eran característicos de un infarto de miocardio, tuvo que ir a cuatro consultas similares antes de que la tomaran en serio y la llevaran a la sala de urgencias del hospital público.

Es con ejemplos como este, que ilustran el impacto de las desigualdades de clase y de género en la salud, que la salud pública no puede limitarse a la epidemiología. Cada vez está más claro que es fundamental representar la diversidad de la ciencia y, en el caso de la Medicina y la salud, integrar cada vez más a las ciencias sociales. Afortunadamente, hay cada vez más señales de la lenta transformación de este campo de la investigación.

Este diálogo multidisciplinario ha visto un fuerte incentivo en diversas organizaciones médicas del mundo occidental, que en particular tienen como objetivo central coordinar a los distintos actores de la salud en torno a temas de investigación prioritarios (final de la vida, vacunación, prevención, trasplante, etc.). Está cada vez más claro que las ciencias sociales son esenciales en el campo de la salud y que los médicos necesitamos estas habilidades y se requiere que expertos en esos campos participen en la co-construcción de programas y políticas públicas en salud.

Si bien estas ideas no son nuevas y este diálogo entre disciplinas se valora hoy en día, no siempre ha sido así, ya que las ciencias biomédicas han sido hegemónicas durante mucho tiempo en el campo de la salud pública. Las líneas cambiaron con la epidemia de SIDA en la década de 1980 y la tendencia continuó en la década de 2000, en el campo del cáncer, pero fue la propagación de Covid-19 y sus consecuencias en las condiciones de vida las que dieron oxígeno a la investigación multidisciplinaria que ahora moviliza juntos a médicos, sociólogos, economistas, demógrafos y epidemiólogos. Los ataques cardíacos se encuentran entre las enfermedades estudiadas: ¿cómo podemos explicar que las mujeres sean menos propensas a padecerlos, pero más propensos a morir a causa de ellos? Banalización del dolor, mayor exposición al estrés, retraso en la atención, roles sociales que propician conductas de abnegación: el caso de María es el de una persona que muy bien describe una de estas realidades, proporciona pistas para explicaciones para las mujeres de clases trabajadoras, no solamente en México sino en el mundo.

La epidemiología realiza análisis estadísticamente muy sólidos para establecer vínculos entre los determinantes sociales y el estado de salud. Pero entre los dos, hay una especie de caja negra y las ciencias sociales están precisamente destinadas a sacar a la luz los procesos sociales que construyen estos vínculos. Las ciencias sociales también están mostrando interés en la investigación de intervención, que tiene como objetivo mejorar la salud de las poblaciones objetivo en campos tan específicos y acotados como fumar y el consumo de otras drogas en las cárceles a partir del uso del tabaco y otros agentes de abuso como moneda de cambio en las prisiones. La sociología proporciona estos elementos contextuales que escapan a los médicos y que no vemos particularmente en los datos.

Si se entiende que la tendencia de la epidemiología a insistir en los factores de riesgo individuales para la salud (mala alimentación, falta de actividad, consumo de alcohol, etc.), lo que se traduce en estrategias de prevención diferentes a las sugeridas por la sociología se puede comprender el extremo opuesto contenido en una visión que considera que son ante todo las condiciones de vida y de trabajo las que alteran el estado de salud de la población y las que deben ser objeto de toda atención política. Hoy, aunque las cosas estén cambiando, no estamos en una horizontalidad perfecta. Si es un enfoque diferente considerar que desde el principio las ciencias sociales deben participar en la definición de objetivos y cuestiones metodológicas en el ámbito de la salud. Es entonces que queda claro que la implementación práctica de este modelo multidisciplinario la que parece más delicada.

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