

Antonio Sánchez González.
El acceso exclusivo a la información era la base de la autoridad del médico.
Hace unos pocos meses, durante una conversación, uno de mis amigos médicos me dijo sin darle vueltas: “Durante más de cien años, los médicos tuvimos el monopolio del conocimiento sobre la salud y ese monopolio se acabó.” Creo que tiene razón y que las implicaciones son más profundas de lo que la mayoría de los médicos queremos admitir.
El acceso exclusivo a la información era la base de la autoridad del médico. Si uno enfermaba, había una sola voz con la última palabra. El dicho aquel que reza que “El doctor sabe mejor” funcionaba porque nadie más tenía la información. Ese contrato social moldeó desde las jerarquías hospitalarias hasta los debates políticos y la forma en que las familias tomaban decisiones de vida o muerte.
Pero ese modelo de práctica médica se ha desmoronado. Hoy en día, los programas de cómputo que dan opiniones médicas obtienen calificaciones más altas en las mismas pruebas que los médicos debemos superar para ejercer la Medicina. Los pacientes acceden a sus resultados de laboratorio a través de sitios web o de WhatsApp casi siempre antes de que sus médicos los revisen y las búsquedas de síntomas en Google suelen preceder a las consultas. El monopolio del conocimiento, esa piedra angular de la autoridad del médico, se hizo añicos.
La cuestión no es si la inteligencia artificial reemplazará a los médicos – yo creo que no lo hará. La IA sigue siendo una herramienta, no un sustituto del juicio y la conexión humanos. La verdadera pregunta es qué debería fundamentar la autoridad médica ahora que ha terminado el dominio de la información. No creo que esto sea una crisis. Es una oportunidad para construir algo mejor. Y es muy emocionante.
Hasta la fecha, los médicos seguimos formándonos en un modelo patriarcal donde los pacientes informados son amenazas. Varios análisis demuestran que los médicos educados en este sistema suelen percibir a los pacientes que hacen preguntas como una forma de desahogo. Esta postura defensiva oculta lo que está ocurriendo: los pacientes no rechazan la experiencia médica sino exigen otro tipo de relación con su doctor. Los médicos debemos convertirnos en lo que los pacientes siempre han necesitado -y nos lo hacen ver en cada consulta- pero rara vez han recibido: guías de su salud, defensores y socios.
Creo que demostrar lo anterior es muy sencillo. A los médicos debería bastarnos con recordar nuestra época de estudiantes de pregrado, cuando a los jóvenes médicos en formación se nos encarga el cuidado de pacientes en los hospitales en los que aprendemos. Hoy como entonces estos estudiantes ciertamente no poseen décadas de conocimientos médicos. Lo que ofrecen es presencia, empatía y ayuda para afrontar los retos diarios. Y esos pacientes y sus familias nos dicen silenciosa y constantemente que esta conexión humana importa más que cualquier experiencia en su día a día.
Aun cuando un paciente busque sus síntomas en Google, lo que la gente necesita no es más conocimiento médico, sino alguien que les ayude a navegar un entorno que confunde y que da miedo. En el momento en el que un paciente adquiere poder sobre su salud a través de una herramienta digital desplaza la relación médico-paciente del patriarcado hacia la colaboración, con auténtica autonomía del paciente. Creo que los médicos que abracen este cambio prosperarán. Quienes se aferren al control de la información serán obsoletos.
Esta nueva realidad requiere reinventar la educación médica. Los futuros médicos necesitan formación en anatomía, fisiología y bioquímica tanto como en empatía, manejo de sistemas de información y toma de decisiones en equipo. Cuando los pacientes comprenden su información sanitaria y entienden que son capaces de utilizarla, siguen los tratamientos de forma más constante, toman mejores decisiones y logran mejores resultados.
Y no se trata de menospreciar a los médicos sino de elevarlos de guardianes de la información a lo que siempre deberíamos haber sido: guías de confianza en uno de los viajes más difíciles de la vida. El médico que puede combinar conocimientos médicos con empatía genuina, que puede traducir sistemas complejos en una comprensión práctica, que puede defender con fervor a los pacientes atrapados en laberintos burocráticos – ese médico siempre será insustituible. No es romanticismo, es el día a día de quien enferma y de quien pretende curar.
Y si, ha muerto el monopolio de la información que detentábamos los médicos. Esa autoridad basada en el control de la información no puede sobrevivir en la era en la que la misma información está en la palma de cada mano. ¿Pero la autoridad basada en la sabiduría, el juicio, la empatía y una colaboración genuina? Eso es eterno. Y es exactamente lo que los pacientes han estado pidiendo siempre.