

La Casa Blanca habló de “una misión para asegurar la prosperidad tecnológica y fortalecer las cadenas de suministro globales”.
Donald Trump viajó esta semana a Asia dizque para fortalecer alianzas, pero en realidad fue a vender protección. Su gira por Malasia, Japón y Corea del Sur, que culminó con una reunión con el presidente chino Xi Jinping, fue un negocio disfrazado de diplomacia. Prometió paz, pero cobró por ella. Amenazó con aranceles, ofreció treguas, vendió armas y luego lo presentó todo como una victoria.
La Casa Blanca habló de “una misión para asegurar la prosperidad tecnológica y fortalecer las cadenas de suministro globales”. En realidad, fue una subasta geopolítica: estabilidad al mejor postor. En Malasia lo recibieron con danzas y tambores. Trump, encantado, bailó antes de atestiguar el acuerdo de paz entre Camboya y Tailandia. Lo que se llamó cooperación fue, en realidad, un intercambio: tierras raras y estaño de ese país a cambio de alineamiento con Estados Unidos.
En Tokio lo esperaba la primera ministra Sanae Takaichi, conservadora nacionalista, antiinmigrante y antimedios. Firmaron acuerdos en semiconductores, inteligencia artificial y defensa. Japón compró tranquilidad comprometiendo 550,000 millones de dólares en créditos e inversiones hacia EEUU. Toyota anunció 10,000 millones más en plantas de Michigan y Kentucky. Takaichi anunció que lo nominará al Nobel de la Paz 2026.
En Corea del Sur, el presidente Lee Jae-myung lo recibió y le regaló una réplica dorada de la corona real del siglo VII, símbolo de poder y eternidad. Días antes, millones de estadounidenses repudiaron su autoritarismo bajo el lema No Kings.
EEUU redujo aranceles a productos coreanos del 25% al 15% y la Casa Blanca presumió 350,000 millones en inversiones, pero la mayoría son créditos, no inversión directa. Trump anunció que Corea construirá en Filadelfia un submarino nuclear con apoyo estadounidense. Más negocios, más armas, más riesgo.
El cierre fue su reunión con Xi, en Busan, Corea del Sur. Trump redujo aranceles a China del 57% al 47% y Xi autorizó la venta de tierras raras a EEUU y la importación de soya de ese país. El primero presentó la reunión como un logro, pero fue Xi quien ganó tiempo y alivio económico sin ceder gran cosa.
En el vuelo de regreso a EEUU, Trump anunció que reanudará las pruebas nucleares suspendidas desde 1992. Él, que busca el Nobel de la Paz, empuja al mundo hacia otra carrera armamentista.
Su gira dejó claro el patrón: presionar, asustar, cobrar y marcharse con una sonrisa. Japón, Corea y Malasia compraron estabilidad; China compró tiempo; Trump vendió paz por cuotas.
El mensaje para México es evidente. La presidenta Claudia Sheinbaum debe resolver barreras no arancelarias que irritan a EEUU y pendientes que violan el T-MEC como energía, maíz transgénico, derechos laborales y medidas no arancelarias. La estrategia de Trump es clara: repatriar inversión, condicionar el acceso al mercado estadounidense y usar el tratado como instrumento de control político.
Trump entendió que puede doblegar economías con aranceles, no con misiles. Su diplomacia tiene tarifa y sus treguas, caducidad. Durante su viaje le recordó al planeta que la guerra, aunque la disfrace de comercio, sigue siendo un negocio muy rentable para EEUU y las empresas de su industria armamentista.
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