Salud: todo un sistema a revisar

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

La repetición persistente de los gritos de alarma de médicos y enfermeras y, los más importantes, los reclamos de atención de la población en general, especialmente de pacientes y los seres queridos de adultos y niños que sufren enfermedades catastróficas, lo deja claro: el sistema de salud mexicano en su conjunto sufre una profunda crisis. … Leer más

La repetición persistente de los gritos de alarma de médicos y enfermeras y, los más importantes, los reclamos de atención de la población en general, especialmente de pacientes y los seres queridos de adultos y niños que sufren enfermedades catastróficas, lo deja claro: el sistema de salud mexicano en su conjunto sufre una profunda crisis. La parálisis actual de algunos servicios hospitalarios, de emergencia, en los quirófanos o en la consulta externa es solo el síntoma más alarmante. Que, en las grandes ciudades, las personas que se presentan a los servicios de “emergencias” tengan que esperar a veces la noche entera, en la puerta de los hospitales que a su vez se resquebrajan por la escasez de médicos de pregrado tanto como de especialistas y las deficiencias en la articulación de los servicios entre las instituciones destinadas a proveerlos tanto como sucede al interior de cada hospital, da la medida de la gravedad de la situación y la escala de los problemas a resolver.

 

En términos de política de salud, “la cobertura universal de salud para todos los mexicanos” ha sido durante mucho tiempo un objetivo central, ya ni hablar de si se trata de cumplirlo en el marco de un “sistema de salud como el de Noruega” o el de cualquier otro esotérico país vikingo. Uno de los principales medios utilizados para lograr esto, el estancamiento de los salarios y prestaciones del personal de salud ahora tiene un costo inmenso: sumado a la insuficiencia de puestos para el entrenamiento de médicos -especialistas-, ha llevado a una escasez general. En ausencia de personal sanitario, muchos departamentos de emergencia operan en un modo degradado. Los servicios hospitalarios funcionan mal debido a la falta de enfermeras. En cada vez más regiones del país, encontrar un médico en el sistema público de salud en el momento en que se necesita es imposible, lo que ha llevado a la población a atenderse en las cada vez más populares y rentables negocios de farmacias con consultorio en los que se devalúa el trabajo médico -a 20 o 50 pesos por consulta-.

 

Los remedios para la escasez y el agotamiento del personal sanitario derivado de la pandemia, la pérdida de atractivo para trabajar en el sistema público de salud y la huida al sector privado requieren nuevos esfuerzos de creación de infraestructura asistencial y de entrenamiento y financieros inmediatos. Es indecente que una noche de 10 horas de trabajo en condiciones de estrés para una enfermera en el sistema público le aporte solo 360 pesos antes de impuestos en ingresos adicionales. La revisión de la proporción entre el número de enfermeros y pacientes debería permitir volver a unas condiciones de trabajo dignas. Idealmente, nuestros legisladores deberían considerar que el presupuesto destinado a la salud ya no debe obedecer a criterios presupuestarios estrictos, sino a las necesidades de salud de la población, en un sistema donde la educación y la prevención deben convertirse en prioridades.

 

Pero la simple asignación de recursos adicionales no puede ser suficiente. La nueva gran reforma del sistema de salud muchas veces prometida no puede ignorar temas tan delicados como la organización de las carreras de medicina y enfermería, el filtrado del acceso a emergencias por parte de los enfermos que saben que es muy difícil conseguir una cita para una consulta rutinaria y la reconsideración de la contratación de servicios médicos en el sistema privado para padecimientos crónicos específicos que en este momento causan las mayores cifras de mortalidad entre los mexicanos y una enorme carga en cada una de sus familias y también en el presupuesto  destinado a la salud por la nación. Otros elementos que es indispensable incluir es la participación de los estado y municipios en la gestión y financiación de las políticas de salud adaptadas a las necesidades locales, la prioridad que se debe dar a las áreas de escasos recursos, en los acuerdos con los médicos y la expansión de las habilidades y facultades de los farmacéuticos y enfermeras. Es indispensable fortalecer los mecanismos anticorrupción que no permitan las prácticas absolutamente sucias, conocidas de todos, bajo las que se han adquirido y contratado los insuficientes servicios y bienes que deberían servir para cuidar la salud de los ciudadanos de nuestro país.

 

López Obrador, que prometió hacer de la salud una de las prioridades de su mandato, al que le restan dos años, no puede contentarse con esperar que los mexicanos sigamos resignándonos a sufrir -en este caso, literalmente- y asumir las herencias de cada periodo gubernamental, herencias a las que es cada vez más claro que habrá que sumar las de este mismo gobierno. Debe liberar urgentemente los medios para remunerar como merecen los cuidadores de la salud. Más allá de eso, es la reforma de la articulación entre todos los actores de nuestro sistema de salud lo que debe abordar, si no quiere quedarse en la historia como quien presidió el marchitamiento de este bien nacional.




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