Por encima del muro

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

En nuestra frontera con los Estados Unidos, los traficantes de personas se han adaptado, con su característico cinismo, a las nuevas políticas migratorias dictadas en Washington. Joe Biden mantiene la regla conocida como Título 42 dictada por su predecesor que permite a los guardias fronterizos estadounidenses devolver inmediatamente a las personas que cruzaron la frontera … Leer más

En nuestra frontera con los Estados Unidos, los traficantes de personas se han adaptado, con su característico cinismo, a las nuevas políticas migratorias dictadas en Washington. Joe Biden mantiene la regla conocida como Título 42 dictada por su predecesor que permite a los guardias fronterizos estadounidenses devolver inmediatamente a las personas que cruzaron la frontera ilegalmente, pero hizo una excepción para los menores no acompañados. Así, hemos visto a traficantes -filmados por la noche por cámaras de vigilancia- arrojando niños por encima de un muro fronterizo de 4 metros de altura. Muchos resultan heridos cuando caen, pero siguen siendo atendidos, más tarde, por los mismos guardias de migración.

La elección de Joe Biden, un candidato que había criticado duramente la inflexibilidad de Trump en la migración y denigraba su plan para la construcción de un muro que correría a lo largo de la frontera, creó un enorme atractivo para los migrantes. Especialmente para aquellos en México y Centroamérica que huyen de la pobreza y la violencia. Los traficantes hicieron creer a estas familias que la América democrática de Biden los recibiría con sus brazos abiertos, a pesar de que sus leyes no han cambiado. El Presidente de los Estados Unidos acaba de hacer un llamamiento público a los migrantes para que se queden en sus casas y traten de llevar a cabo su proceso de inmigración a través de canales legales.

A pesar del llamado, esas personas, desesperadas, continúan corriendo hacia la frontera con Estados Unidos, que ven como un eldorado. Nada más en febrero pasado, los guardias fronterizos aprehendieron a 170 mil migrantes ilegales. Alejandro Mayorkas, ministro del Interior de Biden, advirtió que, si la tendencia continúa, Estados Unidos enfrentaría la peor crisis migratoria de su historia. Estos migrantes, todos cristianos, no corren ninguna amenaza terrorista. Sin embargo, la tasa de aprobación en la población estadounidense de la política migratoria de Biden cayó al 34%. Una caída que los republicanos pretenderán aprovechar en las elecciones de noviembre de 2022 para recuperar la Cámara de Representantes. En la historia política estadounidense, la inmigración ilegal siempre ha sido un tema electoralmente redituable.

La mayoría de los migrantes ilegales actuales provienen del llamado Triángulo Norte Centroamericano -El Salvador, Honduras y Guatemala-. Se trata de tres estados fallidos, con una población total de más de 35 millones de almas, donde los gobiernos ya no controlan eficazmente más que sus capitales. El resto del territorio está dominado por bandas armadas -las maras- cuya violencia no tiene que envidiar a la mafia calabresa. El fraude y la extorsión a empresas y negocios, el narcotráfico y la trata de personas son las principales actividades de los 100000 mareros que aterrorizan Centroamérica y que también tienen corresponsales viviendo en suelo estadounidense. Traficar con personas se ha convertido en la actividad ilícita más lucrativa en cualquier parte del planeta, por encima de cualquier otra.

Joe Biden sabe que no logrará nada tratando sólo los síntomas de la crisis. Cuando era vicepresidente de Obama, estuvo a cargo del problema. Visitó Centroamérica varias veces e implementó un programa de ayuda para los tres países por 1000 millones de dólares. No funcionó. El Salvador vio una caída marginal en el número de salidas a la frontera con Estados Unidos, pero en Honduras y Guatemala, el número de personas que emprende estos viajes ilegales crece continuamente.

Cuando Singapur se independizó en 1959, también era un país miserable. Entonces, Lee Kuan Yew, el visionario primer ministro que dirigió la isla hasta 1990, entendió que era indispensable la inversión en seguridad, educación, vivienda y salud de las clases trabajadoras para proporcionar una fuerza de trabajo de calidad para los inversores internacionales.

Hoy, la Administración Biden está considerando destinar 4000 millones de dólares en ayuda a esta región. Pero ¿cómo evitar que ese dinero sea desviado por gobiernos corruptos, por maras o ambos? ¿Cómo asegurar que el Estado de Derecho prevalezca finalmente en estos países que una vez se llamaron “repúblicas bananeras”? La seguridad es el activo más valioso que un Estado puede dar a su gente.




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