Luchas y Punto Final
Como sabrán los que periódicamente me leen, desde niño soy un aficionado y a veces fanático de la lucha libre. Crecí con la magia del cine y el Santo, las funciones en el Palenque de la Feria, las polvaredas en la Plaza de Toros de Jerez y un poco después, las fiestas en la Arena … Leer más
Como sabrán los que periódicamente me leen, desde niño soy un aficionado y a veces fanático de la lucha libre.
Crecí con la magia del cine y el Santo, las funciones en el Palenque de la Feria, las polvaredas en la Plaza de Toros de Jerez y un poco después, las fiestas en la Arena México.
Desde niño, me metí a leer, consumir y saber todo lo disponible de la lucha libre, y fue hasta que tenía alrededor de 17 años que empecé a comprender la frialdad y falta de humanismo de este deporte.
Era tal la afición que llegaba a los recintos con cinco o seis horas de anticipación.
Ahí fue donde descubrí que los titanes del pancracio viajaban en autobuses comerciales, llegaban a la arena a pie o en taxis, casi rogaban a los promotores por una torta y un refresco, no había glamour, sólo pobreza.
Luego vino la película de El luchador y me confirmó que la lastimosa situación que vivían los luchadores en México, se repetía en Estados Unidos; la lucha era más vistosa, pero igualmente pobre.
A partir de eso, me di a la tarea de indagar sobre la lucha libre y no he encontrado un solo escenario en el que los luchadores sean tratados con dignidad, aunque sean famosos o poderosos.
Claro, hay excepciones; hay luchadores millonarios, famosos, artistas de cine, pero son minoría.
Siendo la lucha libre un deporte de tanta convocatoria, es triste que sus estrellas reciban sueldos iguales o inferiores a quien despacha la taquilla.
Es cotidiano que la mayoría de los luchadores acaben retirados en algún asilo, lleno de problemas físicos o subsistiendo del algún trabajo alterno.
Ha habido varios movimientos que busquen dignificar la lucha libre, pero al obtener las primeras ganancias, todas vuelven a lo mismo; el luchador explotado por el empresario.
Punto Final
Sólo por referencias personales: en 2007 trabajaba en la delegación del ISSSTE federal y la orquesta y coro referidos por el quejoso no existían.
No hay consejo estatal de cultura y lo que más se asemeja es el consejo directivo del Instituto Zacatecano de Cultura, y en 2019, no tuvo sesión en mayo. Tengo voz, pero no voto y ni remotamente mi voluntad está por encima de las instituciones. Bravatas.