Obras bellas y fugaces

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

A finales de cada septiembre, la naturaleza de esta región donde vivo brinda un espectáculo magnífico: campos con flores púrpuras, amarillas, blancas, rosas. Durante esta época transita uno por la carretera que del municipio zacatecano Villanueva lleva a Guadalajara y allá por las comunidades Felipe Ángeles y Laguna del Carretero “jaspean” entre la hierba algunos … Leer más

A finales de cada septiembre, la naturaleza de esta región donde vivo brinda un espectáculo magnífico: campos con flores púrpuras, amarillas, blancas, rosas.

Durante esta época transita uno por la carretera que del municipio zacatecano Villanueva lleva a Guadalajara y allá por las comunidades Felipe Ángeles y Laguna del Carretero “jaspean” entre la hierba algunos lunares coloridos.

Me he visto dulcemente obligado a detenerme en los cruceros, a torcer camino, a deleitarme con mis hijos y mi esposa en esos sencillos y muy valiosos dones de Natura. Al internarme entre hierba y flores, he agradecido a la fuerza creadora la maravilla emergente.

El bellísimo espectáculo, empero, dura pocas semanas. Es parte de un ciclo que cada año puede incluso presentar variaciones. Durante estas fechas se renueva mi estado de alerta porque, paradójicamente, busco volver a fascinarme.

Por ingenuo que yo pueda parecer, asiento que al tiempo me encanta y entristece lo que pasa con estas flores: obras bellas y fugaces.

La Naturaleza continúa dándonos lecciones. No importa qué tanto esfuerzo pueda invertirse, habrá belleza, maravilla, vigor… y sin embargo acabaremos nosotros y también, tiempo después, nuestras obras.

A pesar de luchas, esfuerzos y conquistas sobre uno y el entorno, como la estatua soñada por Nabucodonosor caeremos. En una o varias tardes nos llorarán nuestros hijos, podrán recordarnos nuestros nietos, acaso hablará de nosotros algún bisnieto o tataranieto. Difícilmente algo más allá.

Podremos hoy dar mucha alegría y mucha luz, ser ejemplo y provecho. Podremos ser día radiante, que inunda con fulgores, y sin embargo es inevitable el ocaso y el mayor internamiento en la oscuridad nocturna.

Somos pasto que al cabo fenece. Como las flores maravillosas, nuestras obras pueden ser magníficas y bellas, y aun así también son fugaces.

Nos la pasamos en el ensayo, soñando con el gran día del estreno, y rara vez comprendemos que el estreno es el propio ensayo.

Continuaremos hoy planeando un mejor mañana… hoy y mañana.

El sudor también se seca. La lluvia termina, el charco fenece. La mariposa y la abeja polinizan, perpetúan la vida, y horas y días después crujen sus cuerpos secos.

Con todo nuestro esfuerzo y nuestro amor, dejamos flores septembrinas: obras bellas y fugaces.




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