
Sigifredo Noriega Barceló.
El mandato misionero de Jesús tiene hoy nuevos requerimientos. Los escenarios reales y virtuales que hay “entre todos los pueblos” pueden ser tierra buena para seguir sembrando la semilla del Evangelio.
Dios hará justicia a sus elegidos que claman a él.
Lucas 18, 1-8
El Papa Francisco, antes de morir, nos dejó el mensaje para el Domingo Mundial de las Misiones (Domund, 2025). Nos invita a todos a ser misioneros de esperanza entre los pueblos. Es lema, tema, mandato y compromiso. En el Año Jubilar indica el camino por donde ir a quienes hemos sido bautizados y enviados a la misión. Es kerigma y misión para ser portadores y constructores de esperanza entre los pueblos en tiempos de sueños inmediatos, esperas cortas y compromisos acotados.
El mandato misionero de Jesús tiene hoy nuevos requerimientos. Los escenarios reales y virtuales que hay “entre todos los pueblos” pueden ser tierra buena para seguir sembrando la semilla del Evangelio. Ante las nuevas realidades y tendencias, todos los bautizados estamos invitados a ‘salir’ para llevar el mensaje de la ternura, la fraternidad, la cercanía y la compasión de Dios a toda la familia humana. El Evangelio ilumina y urge los valores que nuestra cultura necesita. Ésta es la razón de ser de la misión de la Iglesia.
La Palabra del Domingo pasado es la misma que escucha la Iglesia en salida misionera, en todos los ambones del mundo.
La lección es muy clara: orar con insistencia y sin desfallecer; con confianza a prueba de dilaciones y largas esperas. Para Jesús orar es vital; para el discípulo debe serlo también en cualquier circunstancia de la vida. Para Jesús orar es un acontecimiento de salvación que se da en el encuentro con su Padre; para el discípulo debe serlo también. Oración y misión van de la mano.
El modo de orar ya es oración porque es acontecimiento de salvación; no se pueden separar. El ejemplo de la parábola que escuchamos es claro: Dios Padre es bueno y justo con todos sus hijos. El ejemplo de la viuda irradia necesidad, atrevimiento, insistencia… y confianza.
Si la misericordia es el corazón palpitante del Evangelio, la oración es la escuela necesaria para alimentar los encuentros palpitantes que suscita el Evangelio. Evangelización, oración y testimonio misionero van de la mano. Si el Evangelio es la buena noticia de salvación de parte de Dios, la oración es el grito suplicante y agradecido de parte del hombre y el testimonio existencial es la verificación -en tiempo real- de lo anterior.
¿Cómo testimoniar que somos misioneros de esperanza entre los pueblos? En el mensaje que nos ha dejado el Papa Francisco encontramos la invitación a despertar nuestra vocación más profunda: soy y somos Iglesia en salida misionera. No se trata sólo de ir lejos sino también de ser luz de Cristo donde estamos; de construir paz, anunciar a Cristo con la vida, caminar con los que sufren, hacer del Evangelio una buena noticia viva y concreta. En pocas palabras: irradiar la alegría y la esperanza del Evangelio entre los pueblos.
Orar y aceptar el mandato misionero nos compromete a ser audaces y creativos en una nueva y urgente ‘salida’ misionera.
Con mi oración y bendición para la misión.