La vacuna mexicana

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Enero de 2021. En un escenario que podría predecirse, México es la economía 13 o 14 del mundo y ocupa un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU y aún no ha desarrollado su propia vacuna contra Covid-19. Estados Unidos, Reino Unido, China, Rusia, la India, Singapur, Corea, tienen su propia vacuna. Al … Leer más

Enero de 2021. En un escenario que podría predecirse, México es la economía 13 o 14 del mundo y ocupa un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU y aún no ha desarrollado su propia vacuna contra Covid-19. Estados Unidos, Reino Unido, China, Rusia, la India, Singapur, Corea, tienen su propia vacuna. Al contrario de lo que nos dijeron algunos comentaristas atentos al corto plazo, que no quisieran que México estuviera en una posición como la del Reino Unido después del Brexit, que iba a experimentar un terrible declive, está claro que los británicos han sido capaces de desarrollar su propia vacuna y que están inmunizando a su población masivamente las 24 horas del día, con 1.5 millones vacunados por semana mientras nosotros hacemos una fiesta diaria en el aeropuerto de la Ciudad de México en la que nuestras autoridades se inclinan al pie de la escalerilla de un avión, haciendo reverencia ante la caja de cartón que guarda el contenedor con botellitas de vacunas que nos llegan a cuentagotas, fabricadas con tecnología extranjera.

México está condenado a vacunar a su propia población con vacunas extranjeras. Si hubiéramos desarrollado nuestra propia vacuna al mismo tiempo que las otras economías del mundo, no tendríamos tal retraso en la vacunación. Tener nuestra propia vacuna sería un gran logro moral, así como un paso importante en el camino hacia la soberanía industrial, sanitaria y farmacéutica y la independencia estratégica. Esto nos permitiría no tener que esperar a que lleguen los pedidos y poder distribuir directamente una vacuna ya fabricada en el lugar. Y probablemente tener una vacuna mexicana reduciría la desconfianza de aquellos que todavía son reacios.

La primera razón de nuestro retraso es nuestro declive general. De hecho, México es un país que está disminuyendo científica y tecnológicamente. En 2018, México fue el país integrante de la OCD que publicó la menor cantidad de artículos académicos de ciencia y tecnología. China ocupa el primer lugar con 528 mil artículos publicados a lo largo del año, es decir, el 20% de la producción mundial. Luego le siguen los Estados Unidos (420 mil artículos y después, la India, Alemania, Japón, el Reino Unido, Rusia, Italia y Corea del Sur (un país menos rico y tan poblado como el nuestro). Nosotros no llegamos al vigésimo lugar. Y, luego, en este sexenio nuestro país redujo el gasto en investigación científica, muy lejos de los recursos dispuestos por los líderes en el rubro, como Francia, que tampoco tiene todavía vacuna propia a pesar de que gasta el 2,4% de su PIB en investigación científica, por detrás de Estados Unidos (2,7%), Alemania (2,9%), Japón (3,5%) y Corea del Sur (4,1%).

La debilidad de nuestra investigación no se debe necesariamente a la debilidad de nuestros investigadores. México es víctima de un gran problema de fuga de cerebros de modo que vemos que cuanto más prestigioso sea el grado, mayor será la movilidad internacional y en los últimos meses se ha presentado un fuerte incremento de la emigración de científicos al salir de la escuela. De hecho, el 12% de los graduados de 2003 emigraron al extranjero dos años más tarde, en comparación con el 17% de la clase que se graduó en 2017. El problema es doble porque nos cuesta atraer talento extranjero. Está también la reciente reducción de las becas de investigación, ya crónicamente insuficientes.

A esto se suma la desindustrialización. Nuestro retraso en la carrera de vacunas se debe en gran medida a la desincentivación de nuestro aparato industrial que se desmorona en los últimos meses.

La comunidad médica mundial ha criticado el manejo que los mexicanos hemos manejado la epidemia y en este momento vivimos los momentos de mayor dolor y desasosiego desde que esta inició, sin que sepamos cuando tendremos por fin un consuelo. Esperemos que aprendamos todas las lecciones que nos deja este nuevo coronavirus para ver si, de una vez podemos salir de esta más fuertes y mejor armados.




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