La gloria de Los Pintados

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

  En la zacatecana Jalpa, hablar de Los Pintados es remitirse a la irrespetuosa algarabía de cada 25 de diciembre y 1 de enero sobre los escalones de Sol en la plaza de toros. Desde allí, esos jóvenes se lanzan pintura mezclada con cerveza y abuchean a medio mundo, sobre todo si es autoridad. Los … Leer más

 

En la zacatecana Jalpa, hablar de Los Pintados es remitirse a la irrespetuosa algarabía de cada 25 de diciembre y 1 de enero sobre los escalones de Sol en la plaza de toros. Desde allí, esos jóvenes se lanzan pintura mezclada con cerveza y abuchean a medio mundo, sobre todo si es autoridad. Los papás ―Pintados de anterior generación― se escandalizan ahora, amnésicos, compadeciendo a matador, picadores, reina de la feria y presidente municipal.

Entre la mancha de pechos masculinos y algunas multicolores camisetas rotas, dos o tres llevan trompetas para competir contra los “músicos huevones” pagados por el gobierno local, mientras muchachas y policías los rodean: ellas para ser pintarrajeadas, ellos para prevenir que los desmanes desborden límites.

Durante años, mucha gente ha visto a los Pintados como franca expresión del pueblo. Han sido terror de presidentes, diputados, regidores, reinas de la feria, toreros, reporteros, caciques, cronistas y otros divos. Del rehilete sin brida surgen también gritos para los famosos del pueblo: El Chutas, El Golo, El Güero Charles, El Trino Paz Enooorme.

Los Pintados han sido, además, creadores de mantas: grafitis sin pared hechos para la ocasión y la pasajera vergüenza de los destinatarios.

La melodía natural de los desmadrosos es la gozosa mentada de madre. Son orgulloso escándalo. Pasan sobre la indignación de señoras, señores y demás jóvenes que ―ya los imagino― también criticarán a quien publica estas líneas (“¿Para qué los engrandeces? Deberías escribir sobre cosas constructivas para tu pueblo; no sobre ésos…”).

La gente siempre estará rumorando: “Son tontos útiles… Son valientes y auténticos… Forman su bolita para insultar a las autoridades… Son la voz que denuncia divirtiéndose”.

Con, sin y a pesar de todos, esa tradición de rostro violeta, amarillo, rojo y negro continuará ejerciendo su crítica entre correr de pintura con cerveza, muchachas en gritería y sombreros con bandera mexicana, abucheos a toreros, músicos acusados de perezosos, norteños ostentosos y admirada gente instalada en Sombra.

En un pueblo como aquél en que nací, donde hablar o escribir puede significar la condena y el descalabro (al criticarme, los escandalosos darán validez a estas afirmaciones), cada año aumenta la tradición y gloria de Los Pintados de Jalpa.




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