Empeñar la palabra

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Cuando te comprometes y eres responsable, logras tus objetivos.

Dedicado a Minerva García G. y Julio Rodríguez Rmz., con gratitud y afecto.

Los titubeos se debían a que la petición era inusual. Hacia pocos días que, en la biblioteca las políticas de préstamos de libros habían cambiado. Era tanta la solicitud de llevarse los libros a casa para hacer tareas que Mine, la bibliotecaria fácilmente reconoció cuál bibliografía necesitaban con mayor recurrencia los alumnos.

A partir de cierta fecha esos ejemplares deberían ser entregados en el mismo día de la extracción, a más tardar a las ocho de la noche (hora en que se cerraba el servicio).

“Dile tú”, expresó Julio.

“No, mejor tú, tienes mejor relación que yo”, contestaba el otro.

“No va a querer. Bueno, vamos los dos”, fue la conclusión del primero.

El trabajo debía entregarse al día siguiente. Por atender otras responsabilidades también importantes, los días fueron pasando y quedaba esa tarea sin realizar. Para ello necesitaban el apoyo de determinado libro que no habían encontrado disponible cuantas veces lo requirieron.

El tiempo apremiaba más que otros días.

Como estaban realizando su Servicio Social, indispensable para concluir la carrera, lo cual intensificó los diversos roles escolares, porque desde el domingo hasta el martes por la tarde estaban fuera del lugar para permanecer en la comunidad a la cual habían sido asignados desde el inicio del ciclo. Cumplir con las encomiendas implicaba realizar planes de actividad docente para atender a los alumnos, de reconocimiento y labor social relacionándose con los tutores de sus pupilos, los maestros titulares y directivos, además de la autoridad comunitaria (Comisariado Ejidal, Delegado Municipal y vecinos).

Solamente les quedaban tres días de jornada estudiantil y el tiempo restante con regularidad era insuficiente para desahogar los compromisos escolares.

No recuerdan cómo surgió la idea, pero consideraron altas las probabilidades de éxito.

Resueltos llegaron al mostrador de la bibliotecaria solicitando el codiciado libro.

“No puedo facilitarlo”, fue la respuesta tajante. “Estoy a cinco minutos de cerrar”.

Los ojos de los muchachos se alargaron y su ser se llenó de alegría al ver varios tantos de la obra sobre una mesa.

“Ahí lo tiene, si nos lo presta podemos regresarlo mañana a primera hora” argumentaron esperanzados.

Incrédula cuestionó “¿Van a trabajar aquí en la escuela?, No debo permitir que salga a domicilio”.

Despreocúpese, trabajaremos en el salón de clases y creemos que podemos terminar en esta noche. “El compromiso es entregarlo mañana a las ocho en punto”. Exclamaron ilusionados.

“Bien, de todas maneras, llenen el vale. ¿Tengo su palabra?”. Ella comprendía que el acervo aquel tendría mejor utilidad con ellos, que a resguardo.

En futuras ocasiones siguió facilitando la bibliografía. Hasta se animó a sugerirles que trabajaran en sus hogares, porque de terminar temprano, hasta podían descansar un poco.

Aquella crucial ocasión habían cumplido al pie de la letra los compromisos. Uno: entregar la tarea terminada y bien hecha; dos: regresar el préstamo en la hora convenida.

Esa situación consolidó su relación profesional y la confianza entre ellos.

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