Generación empinada

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

La rúbrica del colapso de una clase política vigente en los últimos 30 años la constituyen las órdenes de aprehensión en contra de la hija e hijo de César Duarte; las giradas contra la esposa, hermana y madre de Emilio Lozoya; el proceso de extradición contra la esposa de Javier Duarte, la persecución judicial contra … Leer más

La rúbrica del colapso de una clase política vigente en los últimos 30 años la constituyen las órdenes de aprehensión en contra de la hija e hijo de César Duarte; las giradas contra la esposa, hermana y madre de Emilio Lozoya; el proceso de extradición contra la esposa de Javier Duarte, la persecución judicial contra el hijo del otrora poderoso Secretario de Hacienda, los irresueltos líos judiciales de los hijos de Marta Sahagún y párele de contar.

La historia comenzó con el culto al relevo generacional no como proceso biológico natural, sino como exaltación de la energía física y el menosprecio de la experiencia para volver natural el arribo de los tecnócratas egresados de los centros más exclusivos de la educación privada en México y en el extranjero; el discurso sembrado por todos los medios tuvo su infaltable complemento en el culto al “empresario exitoso” como modelo de triunfo individualista se impuso un modo que conectó a panistas, perredistas y priístas que con frecuencia se disputaban al mismo “empresario exitoso” para candidatearlo.

El efecto de está involución cultural es el surgimiento de una clase media aspiracional aferrada a la expectativa de los posgrados y de su propio empuje empresarial, en contradicción con su ideal de más mercado y menos estado, todo lo que le frustra a ésta clase media aspiracional lo atribuye a lo que el gobierno hace mal o no hace, sin advertir que tal postura es el reconocimiento de la importancia de lo público en lo privado que tanto desconocen los adheridos a la idea del culto a lo privado más allá de toda lógica.

A la hora de que se haga el balance de la clase política que hizo de la juventud su argumento y, de su ambición personal su certificado de vacuna contra la mediocridad, deberá dilucidarse sobre ese modo de arrastrar a los seres queridos a la tragedia personal en el que incurrieron los Lozoya, Duarte y muchos otros con menos resonancia, en contraste con la conducta de capos  traficantes, asesinos y secuestradores  que siempre se las arreglan para dejar protegidos a sus seres queridos y en condición, muchos de ellos, de usufructuar lo acumulado.

¿Quién empina a quién?

Toda persona tiene vida personal se dedique a lo que se dedique, lo mismo si se trata de una prostituta que de un militar; de un narcotraficante o gerente de banco; de un campesino o de un corredor de bolsa de valores; de un político del poder o de la oposición. En esa vida personal es humano que asumamos que nuestro bienestar es dependiente del bienestar de otros, pues nadie está bien si su hijo no lo está, si su madre o si la mujer amada.

La historia y la literatura registran muchos sacrificios en nombre de seres queridos, muchas venganzas, muchos actos nobles y muchos actos viles, el político no es la excepción: cuando un medio de comunicación difama a un político, el dolor causado es el daño a los hijos, el agravio a los hermanos, la ofensa a la madre, aunque el difamador suponga que la reacción obedece a cálculos de imagen pública, por eso resalta la caída en desgracia de tantas familias arrastradas por la corrupción de uno de sus miembros metidos a la política en una proporción nunca antes vista en la historia de México.

Creo encontrar la diferencia en que antes de la generación de políticos que ahora está en el banquillo de los acusados había seres queridos del político que se le salían del “huacal”  y que los políticos que ahora se derrumban se salieron del huacal llevando de la mano a sus seres queridos.

Los  escoltas del  hijo del presidente Zedillo golpearon hasta dejar parapléjico a un asistente de U2, famosa banda irlandesa que vetó a nuestro país durante varios años por la repugnante impunidad que rodeó el suceso, hechos como estos están presentes a lo largo de la historia, la diferencia es que ahora es el político el promotor del descontrol de sus seres queridos durante el ejercicio de sus funciones tal como lo dejan claro los procesos en curso en dónde esposas, hijas, hermanos y padres prestan sus nombres y cuentas bancarias, colocan inversiones y adquieren bienes con dinero que saben mal habido.

No permiten avanzar

Estoy convencido que en Zacatecas tenemos una clase política de la misma especie de la que se derrumba, solo que más limitada técnica y culturalmente. Tenemos décadas de observar a esposas, hijos, hermanos de políticos de municipios y del gobierno del estado contratando y corriendo gente a contentillo, determinando eventos del Festival Cultural o de las ferias, vetando o propiciando nombramientos y hasta palomeando candidatos .

Es hora de decirle adiós a esos modos.

Nos encontramos el lunes en El Recreo




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