

Saúl Monreal Ávila, docente de la Unidad Académica de Derecho de la UAZ.
La fe se convierte en un punto de unión que refuerza el sentido de pertenencia y la identidad colectiva.
Amigas y amigos que nos siguen a través de este espacio de opinión, les saluda con gusto su amigo, Saúl Monreal, cada 28 de octubre, México entero se llena de color, música y devoción en honor a San Judas Tadeo, el santo de las causas difíciles. Pero en Zacatecas, particularmente en el municipio de Villanueva, esta celebración adquiere un significado que va mucho más allá de lo religioso, se convierte en un fenómeno cultural, social y económico de dimensiones profundas, que expresa la esencia solidaria y comunitaria de nuestro pueblo.
Villanueva, tradicionalmente conocido por su riqueza agrícola y su profundo arraigo católico, se transforma en estos días en un punto de encuentro para miles de fieles que llegan de todos los rincones del estado e incluso de entidades vecinas. Las calles se llenan de peregrinaciones, danzas, cohetes, música de banda y altares improvisados que, juntos, tejen un tapiz de fe popular; pero detrás de la festividad hay dinámicas sociales que merecen análisis, pues revelan el modo en que la religiosidad puede ser también un motor de cohesión y desarrollo local.
En primer lugar, el impacto económico de la celebración es considerable, durante esta semana de festividades, Villanueva recibe una afluencia de visitantes que supera con creces su población habitual, el comercio local experimenta un beneficio en todos los aspectos, comida, transporte, venta de veladoras, imágenes religiosas, flores y artesanías generan una derrama económica significativa para cientos de familias. Lo que podría verse solo como una manifestación de fe, se convierte también en una oportunidad de ingreso para la economía popular, sobre todo en un contexto donde muchos municipios enfrentan limitaciones estructurales para el empleo formal.
Desde el punto de vista social, la celebración de San Judas Tadeo tiene una función integradora. Familias enteras se reúnen, comunidades migrantes retornan para cumplir promesas o participar en la fiesta patronal, y se renuevan lazos que la migración y la distancia a menudo fragmentan. Esta tradición es, en muchos sentidos, una red de reencuentros entre lo espiritual y lo cotidiano, entre el origen y el presente. La fe se convierte en un punto de unión que refuerza el sentido de pertenencia y la identidad colectiva.
Sin embargo, también debemos reconocer los retos que acompañan estas expresiones masivas, la concentración de miles de personas demanda servicios públicos reforzados como seguridad, salud, limpieza y transporte.
Como zacatecano y como creyente, no puedo sino valorar la fuerza simbólica que encarna San Judas Tadeo en el corazón del pueblo, esperanza en tiempos difíciles, solidaridad ante la adversidad y confianza en que la fe puede ser un punto de partida para reconstruir el tejido social.