Fascinación por la lectura

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

A la Profesora Tránsito Nájera Jaramillo (QEPD), por su vocación profesional. Ilusionado y con temor, aquel joven de apenas 20 años llegó a la librería ubicada en la Alameda de Saltillo, Coahuila. Al entrar vio a una mujer entrada en años tras un mostrador. -“Buenos días” saludó intentando diluir el nerviosismo. La empleada contestó con … Leer más

A la Profesora Tránsito Nájera Jaramillo (QEPD), por su vocación profesional.

Ilusionado y con temor, aquel joven de apenas 20 años llegó a la librería ubicada en la Alameda de Saltillo, Coahuila. Al entrar vio a una mujer entrada en años tras un mostrador.

-“Buenos días” saludó intentando diluir el nerviosismo.

La empleada contestó con amabilidad.

-“Me dijeron que aquí prestaban libros”.

-“En efecto, aquí facilitamos libros a personas que les interesa leer”, corroboró la dama.

-“¿Gusta alguno en especial?”

El muchacho quedó asombrado al ver un estante de pared a pared repleto de ejemplares, y tuvo dificultad para esconder su desconcierto al no saber qué pedir. Nunca en su vida había visto tanta bibliografía.

-“Tome el que Usted guste” facilitó la trabajadora.

Sin saber qué hacer se acercó y tomó al azar el que le quedaba enfrente, a la altura del pecho, desconociendo el contenido del ejemplar. “Tratado de radiestesia” decía el título.

Fue a sentarse en una de las bancas dispuestas para los lectores. Ahí pasó todo el día leyendo y haciendo apuntes de aspectos considerados como importantes.

Al regresar la obra, pagó tres pesos, pues así había quedado convenido el trato, porque en el servicio de préstamos, algunas personas no los devolvían y con el fondo reunido por el alquiler, podían reponerse las pérdidas.

Era feliz cuando lograba ahorrar 10 pesos, en el transcurso de un mes o más, dedicándose al tallado de fibra de palma en su comunidad, a 140 kilómetros de esa Ciudad. Con ello podía pagar el pasaje y el alquiler de algún libro.

La motivación había nacido por influencia de la señorita Tránsito Nájera Jaramillo, profesora rural que arribó a aquella comunidad en 1930, a cumplir la misión de alfabetizar. El joven Juan se había aprendido de memoria todos los poemas y los coros escolares que la maestra le había enseñado de primero a tercer grado.

Al terminar el ciclo la mentora, generosa y con grandes esperanzas, habló con los papás de los graduados, para que les permitiera seguir asistiendo a clases, bajo el argumento de que eran alumnos muy inteligentes y “habían pasado” a cuarto grado. Los tutores quisieron oponerse porque necesitaban a sus hijos para ayudar en las labores del campo, pero habían visto el entusiasmo, los esfuerzos y sacrificio para atenderles por las tardes, sin que hubiera sueldo alguno por esa responsabilidad adicional.

Pero el muchacho quería aprender más. Ávido por conocer tomó lo que había a su alcance: La Historia Sagrada, Catecismo Histórico, El Mártir del Gólgota y el libro de la pastorela. Releyó los capítulos que le gustaban y aprovechaba toda oportunidad que tenía para comentarlo con sus vecinos, amigos o familiares.

Fue por la vida buscando temas de su interés como Leyes Agrarias, Forestales, Tratados de Minería, Geología, la Biblia, Ley Federal del Trabajo, novelas, cuentos, leyendas…

-“Aprender a través de la lectura es un placer que todos deberíamos paladear”, afirma concluyente.




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