Contra la romantización de la maternidad

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

De entre las mujeres que recientemente participaron en los Juegos Florales de la Maternidad, en Fresnillo, muy pocas se atrevieron a romantizar la resignación, la sumisión y el sacrificio en el ser mamá. La mayoría expuso, más bien, que la maternidad ideal no es la heroica y abnegada, sino aquélla donde siempre puede tenerse apoyo … Leer más

De entre las mujeres que recientemente participaron en los Juegos Florales de la Maternidad, en Fresnillo, muy pocas se atrevieron a romantizar la resignación, la sumisión y el sacrificio en el ser mamá. La mayoría expuso, más bien, que la maternidad ideal no es la heroica y abnegada, sino aquélla donde siempre puede tenerse apoyo de una pareja, amigas o familiares; donde además se puede ser mujer plena.

Convertirse en mamá no es dejar de ser persona, no debe implicar a la mujer renunciar a los sueños que como humano tiene, ni ceñirse a una forma de ser dictada por otros u otras.

Lo ideal es que esas mamás no tengan que ser valientes, heroicas o supervivientes; que no tengan que enfrentar obstáculos: la maternidad no debería ser gesta o desafío, sino práctica donde campee la realización personal, para que también pueda llegar la familiar.

En los testimonios registramos también padres ausentes, hombres mayores que embarazan a niñas y adolescentes, amantes inmaduros, esposos machistas, borrachos, agresivos, “parejas espantosas”, noviazgos pesadilla, matrimonios mal avenidos, separaciones donde el hombre dice que no podrá hacerse cargo de la criatura que viene o de plano se aleja sin asumir compromiso, compensación o responsabilidad. Hay que recordar por ello que la crianza no es tarea exclusiva de la madre, sino también del padre.

Dejemos de romantizar las consecuencias de las injusticias y los daños que en el ejercicio de la maternidad dejan la inmadurez, cobardía e irresponsabilidad del machismo. Dejemos de pagar con el pastel de un día las 364 jornadas de mendrugos, migajas o ayunos. Dejemos de difundir esa creencia de que la mamá es la llorona Libertad Lamarque, la luchona Carmen Salinas, la abnegada Marga López o cualquier otro estereotipo indigno de generaciones que deberían pugnar más por derechos de mamás que, antes de eso, son mujeres.

En lugar de que el 10 de mayo continúe contagiando con su tradicional dulzura a la combativa conmemoración del 8 de marzo, debemos lograr que ese espíritu de marzo vaya tiñendo cada vez más el homenaje de estos días a cada mamá: mujer que decide y elige; que no se resigna, sino busca su plenitud.

Humanicemos, no romanticemos, nuestra visión de los diversos modos de ser mamá.




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