Menopausia

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Esta etapa natural del envejecimiento biológico puede ocurrir de forma abrupta o gradual, tarde o temprano en la vida de una mujer.

Sudores nocturnos, sofocos, palpitaciones, sequedad vaginal, fatiga, problemas urinarios, insomnio, irritabilidad, inquietud, dolor articular, osteoporosis o aumento del riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares… Esta larga lista de síntomas se utiliza a menudo como definición de la menopausia. Marcada por el cese definitivo de la menstruación, esta etapa natural del envejecimiento biológico puede ocurrir de forma abrupta o gradual, tarde o temprano en la vida de una mujer. En nuestras sociedades contemporáneas, se considera más comúnmente como un trastorno hormonal que puede ser objeto de seguimiento médico, a veces de terapia con medicamentos.

Pero la menopausia no puede reducirse solo a estas manifestaciones físicas. De la misma manera que en muchas culturas el inicio de la menstruación señala el inicio de la edad adulta y, sobre todo, de la feminidad (la menstruación, la femineidad y fertilidad suelen estar inextricablemente ligadas), la menopausia suele considerarse uno de los primeros signos del envejecimiento, aunque puede ocurrir muy temprano en la vida de una persona. ¿Qué pasa con la mujer cuando deja de menstruar?

Nada menos que un fantasma en los ojos de la poeta estadounidense Mary Ruefle, como lo describe en un texto titulado Pause y publicado en 2016: “Tanto si eras atractiva como si no, solías sentir la mirada de los demás sobre ti mientras esperabas el autobús o comprabas toallas en la farmacia. Te miraban para ver si eras atractiva o no, así que, de cualquier manera, estabas siendo observada. Esos días terminaron; ahora la mirada de los demás pasa a través de ti, eres completamente invisible a sus ojos, te has convertido en un fantasma. Ya no existes”. 

Por supuesto, no todas las personas posmenopáusicas comparten el punto de vista de Ruefle. Sin embargo, ya sea que se experimente como un declive o como una liberación, esta experiencia demuestra cómo la menopausia es un fenómeno social al menos tanto como biológico.

No se trata de invalidar las manifestaciones corporales que pueden ocurrir durante la menopausia, o de decir que la menopausia no provoca ninguna transformación fisiológica, sin embargo, si echamos un vistazo analítico a las descripciones de la menopausia en la literatura médica, vemos que llevan representaciones sociales que influyen mucho en la forma en que percibimos este período de la vida. 

En el discurso médico del mundo occidental, en la mayoría de los casos la menopausia no se presenta como una transformación en el curso normal del envejecimiento que conduce a una nueva norma hormonal, sino como una pérdida, una deficiencia que se traduce en que la menopausia es aprehendida a través de todo un sistema de representaciones que descalifica el cuerpo femenino estéril y, por lo tanto, se experimenta como tal, como una experiencia de descalificación. 

Entonces, si la menopausia es una experiencia producida en el contexto de una cultura específica, que trae consigo representaciones que tienen efectos reales en las formas de vivir y sentir el propio cuerpo, varía la forma en que se concibe y se experimenta según el tiempo y la cultura; por ejemplo, el término “menopausia” no tiene una traducción literal en el vocabulario del Japón tradicional y en este contexto no hay ahí palabras que se refirieran específicamente al cese de la menstruación y al cese de la actividad ovárica y cuando no hay una palabra, es una señal de que no le atribuimos un significado particular.

Tengamos en cuenta que antes de finales del siglo XVIII en Europa, el cuerpo se concebía generalmente a partir de un único modelo, en el que el masculino encarnaba la versión perfecta, y el cuerpo femenino, una menos perfecta. En la teoría humoral que prevalecía en la época, el equilibrio de los humores -sangre, flema, bilis- garantizaba la salud del alma y del cuerpo de la misma manera en hombres y mujeres, y el tracto genital femenino era considerado como una versión invertida e incorporada del masculino. Se piensa entonces que la inferioridad de las mujeres se deriva menos de sus cuerpos que de consideraciones religiosas y filosóficas. Cuando lo binario se convierte en un principio fundamental del pensamiento corporal.

Las prácticas, por supuesto, han cambiado y las representaciones han evolucionado. Los movimientos feministas contemporáneos están cambiando las mentalidades en todo lo relacionado con las fisiologías corporales, la menstruación, el embarazo y el parto, la endometriosis, la menopausia. Señalan con el dedo al sexismo y a la discriminación por edad, visibilizan estas cuestiones, las sacan a la palestra pública y permiten que se debatan cada vez más ampliamente. 

El tabú que rodea a la menopausia, sin embargo, parece mantenerse, y pocas personas se ocupan del tema. Mary Ruefle, otra vez, nos deja entrever la nueva forma en la que ha visto el mundo desde que atravesó esta nueva pubertad. “Llega el día en el que ves a una ‘mujer’ comprando tampones y piensas en ella como una niña. Y lo es; toda persona que menstrúa es una niña…”, dice. Que se serenen las jóvenes: “Ustedes están en el principio”.




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