La complejidad

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

La complejidad se ha convertido en la coartada de la inacción: hay tantos parámetros en juego, tantos datos que se entrelazan.

¿”Restablecer el tejido social”? Como dijo uno de nuestros políticos, “el problema no es sencillo, de hecho es tan complejo que es difícil ver una solución rápida…”. En los hechos, y desde hace años, la complejidad lo ha excusado todo, empezando por la inercia. Nunca es fácil enfrentarse a un paradigma.

Atreverse a cuestionar la sacrosanta ideología de la “complejidad”, popularizada décadas atrás por Edgar Morin, un tótem ante el que se nos había pedido arrodillarnos desde la década de 1970. No hay malentendido, no se trata de negar la existencia de sistemas complejos, sino de cuestionar la tendencia a convertirlos en la interpretación exclusiva de la realidad, el alfa y omega de nuestra relación con el mundo, como si la inteligencia, precisamente, no consistiera en hacer inteligible la complejidad descomponiéndola en elementos simples.

La complejidad se ha convertido en la coartada de la inacción: hay tantos parámetros en juego, tantos datos que se entrelazan, tantos dichos, citas, elementos, que la retroalimentan que no sería posible una medición simple. 

Para tratar de ejemplificar esto, citaré una anécdota vivida recientemente por un amigo mío. Invitado a una cena-debate en presencia de uno de nuestros ex gobernantes, evoca el caso de aquellos intelectuales que ya no pueden dar una conferencia en las universidades, boicoteados como están por los partidarios de la “cultura de la cancelación”. Pone el ejemplo de una amiga mutua a quien se le prohibió hablar en noviembre de 2019 en una universidad pública en nuestro país por sindicatos estudiantiles y asociaciones LGBT que estuvieron a la altura de las circunstancias para silenciarla.

Aunque es una mujer de izquierdas y partidaria de la paridad, esta señora tuvo la osadía de criticar la gestación subrogada, por lo que se la acusa de homofobia, una acusación totalmente delirante en este caso. Mi amiga le preguntó al político de referencia qué pensaba hacer y, para su gran sorpresa, le respondió que era imposible garantizar la seguridad de esta académica, porque “es mucho más complejo de lo que imaginamos…”, teniendo entonces que el rector de la universidad solo tenía que echarse ante esta nueva forma de terror validada por la renuncia de las más altas autoridades del Estado en nombre de la “complejidad”.

Mi ejemplo se propone mostrar cómo la ideología de la complejidad se rodea de un vocabulario tan pomposo como inútil, una verborrea pretenciosa cuyo único propósito es impresionar al lector inocente. Lo real es entonces descrito como “líquido”, “gaseoso”, “sistémico”, “en red“, en resumen, como un “desorden ontológico“, un “rompecabezas” impregnado de “caos determinista“, “retroalimentaciones” y “efectos trinquete”, de modo que solo un enfoque “holístico” y “transdisciplinario” podría permitir identificar una pequeña parte de él.

Todos conocemos ahora políticos expertos en ello: comienzan todas las respuestas a las preguntas que se les hacen con un “ah… Es más complicado”, dicen con el aire triste de un genio que tiene que lidiar con el simplismo imbécil de sus interlocutores. Cualquiera que intente, como querían nuestros enciclopedistas durante la Ilustración, hacer que las ideas difíciles sean comprensibles para el público en general explicándolas, o incluso simplificándolas sin distorsionarlas, es acusado de simplismo, o peor aún, de “popularización”.

Seamos claros: al final, es la democracia la que está en peligro por la ideología de la complejidad, y cualquier pensamiento que sea la más mínima profundidad se considera “inaccesible para el pueblo”. Entre los representantes del pensamiento del 68, el culto a la complejidad había acabado por convertirse en absurdo, el gusto por la oscuridad intentaba desesperadamente hacerse pasar por profundidad, ciertos pasajes de los “no-libros” de Derrida alcanzaban cotas de ridiculez a fuerza de querer deconstruir cualquier forma de racionalidad, cualquier referencia a un autor en nombre de la idea de que “yo soy otro”, Todo era “menos simple” de lo que los escritores habían pensado, desde el nacimiento de la escritura hasta la maravillosa revelación de la complejidad.




Más noticias

antonio sanchez gonzalez
antonio sanchez gonzalez
antonio sanchez gonzalez
antonio sanchez gonzalez
antonio sanchez gonzalez

Contenido Patrocinado